jueves, 30 de octubre de 2014

El Diablo Blanco

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Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.

Ante mi, me observa sin dar su brazo a torcer, insondable e inalcanzable para un pobre mortal como yo al que se le acaba el tiempo. Si, en efecto, mañana a esta misma hora todo habrá terminado. Y yo apenas soy capaz de mirarlo directamente sin sentir la frustración del fracaso en la boca de mi estómago. ¡Maldita y endemoniada hoja de papel!

Ah, si, perdona si sonaba grandilocuente, pero es que mañana tengo que entregar un trabajo final para una maldita asignatura y no hay manera de conseguir poner una jodida palabra en el papel. Teoría Sociológica Contemporánea, con un maldito hueso como profesor además, de ese tipo que mira con lupa todo lo que escribes y le da igual lo que sea si no pones exactamente lo que él quiere leer. Osea, algo que diga lo fantástica que es la teoría de lucha de clases de Marx, o lo estúpida que es la etnometodología. ¡Menuda estupidez!

Pero joder, si sigo sin ser capaz de superar este bloqueo va a aprobar Rita. Y, lamentablemente, yo no me llamo así.

Piensa, piensa... bueno, quizás haya algo en la nevera rico y el paseo me servirá para despejar la cabeza. ¿Algo sobre el proletariado oprimido? Seguro que eso le gustaría, ¡pero es tan típico! Vale, vale, ya se que se trata de aprobar y no de escribir un libro novedoso y original, pero me repatea repetir lo que tantos otros han dicho ya. Solo ser un número más, sin nada propio.

¿Dónde estarán escondidas las musas cuando se las necesita? Desde luego, no en los estantes vacíos de mi despensa, ni sobre las salchichas en estado dudoso de la nevera. No. Ni en el estante del cuarto de baño, ni escondidas tras la esquina del pasillo o sobre el sofá del salón. Da igual cuánto pasee buscándolas, siguen evitándome como si llevase la peste.

Y el reloj sigue avanzando, mientras la jodida página se ríe en mi cara.

Ya se, le hablaré de lo interesante que es la teoría de Goffman y cómo describe el mundo como si fuese un teatro. Al fin y al cabo, eso es Teoría Sociológica Contemporánea y no el maldito Marx. Pero lo odia, seguro que sólo viendo el título ya me pone el suspenso y me cogerá ojeriza. Con eso no apruebo ni de Erasmus, vamos.

Mierda, justo cuando creo que empiezo a tener una idea rondando la cabeza, suena el whatsapp y allá va mi concentración. Todo para ver como mi mejor amigo cuelga una imagen de un partido de fútbol en el grupo común. Merde, ni siquiera somos del mismo equipo, y ahora el santo se ha ido mucho más allá del cielo. ¿Era algo sobre Veblen? No, no, algo sobre... ah, a la mierda. A este paso no doy hecho nada decente para mañana ni pasado ni dentro de un millón de años.

Tic, tac, tic, tac... ¡no te jode! ¿Quizás alguien haya colgado algo gracioso en Facebook que no haya visto aún? Podría servirme para limpiar la mente, si, seguro. Con eso volvería con ideas nuevas y renovadas... Nada, ni un sólo comentario nuevo desde hace diez minutos que miré la última vez. Ni siquiera una maldita imagen de gatitos o un meme gualtrapa hecho en Paint. ¡Ni en el Informer han subido ninguna nueva trolleada o una aburrida petición de apuntes!

Así no vamos a ningún lado, normal que España se hunda. Ni escribo, ni me entretengo, ni apruebo, ni nada. Vaya mierda, y este es aún el primero de los trabajos de este cuatrimestre. Mañana tendría que ponerme con el de Estructura Social, o el de feminismo... o, mierda, ¡ni siquiera tengo las explicaciones de qué hay que entregar para demografía!

Joder, pues algo tengo que hacer. Necesito sacarme este curro de encima, como sea.

Y entonces, por arte de magia, fruto de la frustración, el miedo y la impotencia, una primera palabra aparece en el papel. Y a este la sigue una segunda y una tercera, ¡hasta casi toda una frase! Y sólo entonces me paro a leer lo que estoy escribiendo:

"La lucha de clases es el motor de la historia, como Marx acertadamente supo retratar en su certero análisis..."

¡Joder! ¡Mierda!

¿Qué hacer?

¡A tomar por culo! Vale, lo admito, me rindo, ¡que sea como quieras! La misma mierda que la de todos los demás, que le den a la originalidad y a decir algo interesante. Me basta con aprobar esta jodida asignatura y aceptar que me valoro a mi mismo por encima de mis posibilidades reales. Ya tendré tiempo de ser original cuando termine y tenga trabajo en el mundo real.


O, al menos, eso me digo a mi mismo mientras prostituyo mis conocimientos, entregados con mi autoestima al altar insaciable del imbatible demonio blanco; como una virgen pura lista para ser devorada brutalmente.


Costán Sequeiros Bruna

martes, 28 de octubre de 2014

Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.

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Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.

Siempre fui de letras. Los números me apasionaban, pero yo a ellos no, de modo que nuestra relación fue siempre muy complicada. Tal vez por eso cuando llegué a 1º de Bachillerato y vi entre mis asignaturas Filosofía, me sentí más feliz que el pequeño Nicolás en una fiesta de CNI.

El profesor que impartía la asignatura era un tipo alto, rígido, con un porte excepcional y una media sonrisa que hacía que pensaras si se estaba riendo de ti o de algún chiste que alguien le contaba al oído. Rondaba los 45 y siempre llevaba pantalones, camisa y americana, con unos zapatos marrones o negros según fuese la camisa y el pantalón. Llevaba el pelo corto y una pequeña franja de éste había empezado una guerra de conquista blanca sobre el resto del cabello. La leyenda del colegio contaba que tuvo que huir del País Vasco con su familia porque ETA les había amenazado. Yo mismo pude comprobarlo al tiempo en una conversación con él, donde dejaba entrever este hecho con una amargura sobresaliente. Pero lo que realmente quiero resaltar de su persona es que imponía respeto. Cuando estabas en su presencia tenías la clara convicción de que si te pasabas un centímetro de la línea que él había trazado, fácilmente te podía caer una ostia. Más de una vez lo vi apretarse los puños y tener que calmarse ante la estupidez de alguno de mis compañeros de clase. 

Sin embargo, lo más destacable de él, Don Javier de Andrés, era la forma que tenía de explicar las cosas. Te hacía sentir partícipe pero sin empujarte a pensar como él. Explicaba de manera que tuvieras que sacar tú la solución, que tuvieras que estrujarte duramente los sesos para dar con la tecla que él quería. Y entonces continuaba explicando. Imaginad eso en una clase de 30 salvajes, donde todos estábamos revolucionadísimos y donde, en el mejor de los casos, éramos 10 los que atendíamos lo que trataba de explicarnos y tan solo 5 los que queríamos realmente hallar la solución al dilema que nos ofrecía.

No obstante lo que más me entusiasmaba de sus clases no era tan solo que me hacía pensar, si no la manera cruel y despiadada con la que solía castigar a los que no prestaban la atención que él merecía. Pondré un ejemplo:

Nosotros teníamos clase de filosofía los martes a última hora y los miércoles a primera. Esa combinación era mortal porque hacía que la mayoría no se enterase de nada el martes y tuviese que explicar la lección del día anterior el miércoles por la mañana. El cóctel era sencillamente maravilloso. Si a esto le sumamos que muchos de ellos no aparecían a última hora o a primera del día siguiente teníamos resultados dignos de mención como el que quiero explicar ahora.

Como digo, era habitual que Don Javier, pidiese a algún alumno “recordarle” de qué había ido la clase anterior, preguntando por las ideas de tal o cual autor. Don Javier, cogía la lista de sus alumnos, paseaba distraídamente la vista por el aula y por la lista varias veces y finalmente decía un nombre. Esta suerte de liturgia se repetía todos los días, acompañada de su famosa media sonrisa de lado, y se hacía extensiva a todos los alumnos. A TODOS. Daba igual si estabas en el aula o no. Él te preguntaba. De esta manera, y para regocijo del pequeño grupo de 4 miembros que conformábamos en aquellos tiempos, iniciaba una serie de preguntas destinadas a “refrescarle” la memoria a personas que no se encontraban allí.

La hilarante situación hacía nuestras delicias y las risas se escuchaban hasta en el pasillo cuando aquello sucedía.

“-Muy bien, Ana Danko, háblame de la teoría de la reminiscencia platónica.”- Unos 5 segundos de silencio en los cuales todos sabíamos que Ana Danko no iba a poder contestarle sencillamente porque no estaba en el aula.-

Ah, ¿Qué no contestas? Pues un cero para ti.

Después de eso las risas se hacían aún más pronunciadas y no era difícil verle sonreír profusamente ante la maldad rezumante de sus actos.

Más de una vez nos miró con claro gesto de aprobación enseñando el alto el boli con el que ejecutaba sin piedad a los ausentes en sus clases. Nosotros decíamos que era una Katana mágicamente encubierta y que en realidad, lo que hacía era seccionar el alma de los estudiantes que no le respondían a sus simples preguntas.


Siempre que me preguntan, explico lo mismo: El origen de mi pasión por las historias y por las clases está aquí. Ojalá algún día pueda ser tan buen profesor como Don Javier de Andrés.

Bellaflor

domingo, 26 de octubre de 2014

Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.

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Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.

El aire en la clase resultaba mas pesado y asfixiante, si cabe, que en el exterior con sus 36º. El profesor de matemáticas hablaba con voz monotona y pausada mientras escribía en la pizarra los pasos para encontrar Δ en una interminable operación.

Jaime era incapaz de concentrarse en ese hombre que al principió había parecido hablar su idioma, pero, según aparecían numeros en la pizarra había ido lentamente cambiando a algún dialecto largo tiempo olvidado. En ese momento Jaime solo podía apreciar en la explicación que cada vez que se paraba a secarse el sudor del cuello miraba el también la pizarra calculando el espacio que le quedaba para terminar el ejercicio.

El adolescente se habría sentido mal de no poder mirar a sus compañeros, los cuales exibian las mismas caras de tedio y desesperación por que terminase la clase. Unicamente se escuchaba escribir a alguna chica (siempre las chicas, suspiraba Jaime para si mismo sintiendose un poco herido de alguna manera que no acababa de comprender) de esas que, incluso con el calor que hacía ese día, siempre estaban aseadas y perfecas; esas chicas que cuidaban mucho lo que comían y llevaban sus pocas espinillas propias de la edad escondidas bajo una capa uniforme de maquillaje.

Antes de que se diera cuenta la chica levantó brevemente la mirada de su cuaderno, en el que no habría ni un solo tachón, y miró a su alrededor hasta que sus miradas se cruzaron. Jaime cambió rapidamente su punto de atención esperando que no pareciese que la había estado mirando concretamente a ella. Pero nno servía de nada, lo último que había visto por el rabillo del ojo era como ella se sonreía pensando cualquier cosa antes de volver a lanzarse sobre el ejercicio de matemáticas de la pizarra.

Por eso cuando sonó la campana el adolescente mas común y normal de todos se unió a sus compañeros en un suspiro de tranquilidad. Ese suspiro bien podría ser parte de una religión mayoritaria en el planeta, un enorme amén por parte de los feligreses de las clases que, al terminar otro bocado del horarió toman aire antes de enfrentarse a la siguiente y pesada clase.
Jaime se giró hacia su compañero de pupitre y siguió una comoda rutina en la que preguntaba que tocaba ahora, como si no lo supiera realmente y quisiese asegurarse de que algo había cambiado esa semana y no tenian Lengua. Esta primera frase era el pie para despejarse la cabeza hablando un poco de lo horrible que había sido la clase, el calor que hacía o si la profesora de química llevaría falda hoy o no.

Su compañero sinembargó decidió cambiar la tónica habitual de sus conversaciones y enseñarle lo que había estado haciendo en el cuaderno durante toda la hora.

-Es mi personaje de Sluag!- Con la “!” al final como corresponde al nombre de un videojuego extranjero. –Un cornisciente con la piel verde y el pelo azul. Ayer estuve una hora hasta que logré la Espada vitrubia.- Decía mientras señalaba una cimitarra llena de glífos y símbolos a la que había dedicado mucho mas esfuerzo que en la rígida y borrosa criatura con tres cuernos.

-¿Qué tal está?- Respondió Jaime, sin demasiado interes real pero fingiendolo un poco, llevaba tres años compartiendo pupitre con su compañero y no quería arruinar esa armonia. –He oido que aveces les pasan cosas raras a los que juegan a Sluag!-

-¡Eso es lo mejor de todo!- Dijo excitado su pecoso amigo. –Los foros estan llenos de mensajes de jugadores diciendo que han encontrado portales a otros juegos y fotos de platimonedas que han encontrado por sus casas. ¡Estoy seguro que en cuanto llevas 500 horas o así empiezan a pasar las cosas raras!-


Y el timbre sonó interrumpiendo la conversación de improvisto. 

Jarl

Complementos Vitamínicos

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Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.

-                                    -Señor Fernández. El examen ya ha concluido. Lo lamento.

Desperté empapado en sudor, me sequé la frente y comprobé en el despertador que sólo había sido una horrible pesadilla.

Como cada mañana acudí directo a la ducha, pero los nervios acumulados después de insufribles días de estrés y estudio me incitaron a descargar tensiones auto-complaciéndome con la mano entre secreciones y vapor de agua. Al terminar, me esperaba mi albornoz mostaza con una amarga taza de café y un zumo de naranja levemente ácido.

-         Recuerda. Toma tres pastillas previamente al estudio y 40 minutos antes de la prueba. No las mezcles con nada, únicamente con agua. Resonó la voz de aquella joven que afirmaba ser estudiante de farmacia.

Aquél sitio olía a humedad y a basura. Absolutamente nauseabundo. Recorrimos las entrañas y pasillos de la facultad de medicina hasta recabar en un retrete apestoso donde aquella joven nos aguardaba. 

-                                   -Cari, serán 70 euros todas las gominolas. ¿Ves? Te hago hasta descuento de amigo. Entonces giró la cabeza y dirigió la atención hacia mi compañero Héctor, aquel que me aseguraba que la fuente de todos sus éxitos académicos radicaban en aquellas monodosis de color azul eléctrico.

Y a tenor de lo que se comentaba por la facultad todo aquello parecía jodidamente verdad. Aquellas extraordinarias píldoras eran lo último entre los estudiantes. A 8 pavos la unidad, sí, pero te aseguraban recordar todo lo que habías estudiado y clavar un examen. Se las conocía como el orgasmo de Einstein o las papá pitufo, supongo que por aquello de la sabiduría y su significativo color.

Miré el reloj, las 9:20 en punto. Justo 40 minutos antes de mi primer encuentro con una matrícula de honor.
          -No pueden ser peor que una raya de coca, me repetí antes de tomármelas de nuevo. Además, cosas peores ya habrían pasado por mi boca.

Y allí me encontraba yo. Apoyando los codos sobre la madera corroída de aquel vetusto pupitre. Esperando mi oportunidad de demostrar quién era el puto amo o quién iba a restregar la nota a su padre en los morros. Unos minutos después la profesora me hizo entrega del examen. Esa mala arpía que seguro que no había follado en los últimos decenios. Hoy me la follaría yo a ella, metafóricamente hablando, claro. Vestía una blusa de abuela a la moda, sí, pero de moda en la guerra civil, y una falda de tubo que le hacía parecer una salchicha embutida. ¿En serio? ¿Esta tipa habría oído hablar del concepto o la noción estética?

Da igual. Bajé la mirada hacia los papeles, y leí atentamente las cuestiones a responder. Después de 40 minutos el sudor volvía a aparecer. Apenas había rellenado un par de preguntas cuando todos mis conocimientos terminaban de volatilizarse. El corazón empezó a latir violentamente mientras en una fuerte sacudida el estómago me hizo arrojar todo el desayuno mediante una convulsa nausea. Me toqué la nariz, sangraba.


          -Señor Fernández. Es la hora. El examen ha concluido.

Héctor Puente Bienvenido.
         

Crimen en el Aula

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Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.

Yo no quería hacerlo. No es lo mío apropiarme de lo ajeno. Pero él estaba tan sólo y yo era tan vulnerable… El reloj del aula marcaba a las tres de la tarde. Faltaban pocos minutos para que mis compañeros volviesen a clase. Dudaba si hacerlo o no, estaba en juego mi moral. Pero al fin y al cabo no había nadie que me vigilara. Debo reconocer que no me arrepiento de lo que hice. Aún me caen lágrimas de placer cuando lo recuerdo. Sé valiente me dije y lo fui. Valió la pena mi delito: el bocata de jamón ibérico de Juan Luis estaba buenísimo. 

Paz Salas

Los Muros de tu vida

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Te despiertas, ves el reloj, las 07.30. Apenas han pasado unas cuantas horas desde la última vez que lo viste. Cansancio. El agua cayendo sobre ti hace que poco a poco, tu cuerpo retome su actividad, aún es pronto. Caminas, caminas por ese camino que haces a diario, ves gente pasar, rostros ausentes, prisas. De pronto llegas a esa cola de autobús interminable y te preguntas si ha merecido la pena abandonar la calidez de tu cama. Un rostro, una sonrisa, alguien te saluda, en un momento tu pesimismo se evapora, como las gotas de rocío que caen en la ventana del A; sabes que ya no estas solo, que alguien, no importa quien, ha pasado por lo mismo que tú.
            Abandonas el autobús, subes por la embarrizada cuesta, y lo ves. Ves la razón por la que te has levantado, no es mas que un edificio te preguntas. Hormigón y ladrillo, impasible ante el tiempo, pero cuando atraviesas la puerta, una nueva calidez se apodera de ti. Sabes que no estas en casa, pero tampoco sientes que la hayas abandonado. Quizás un café rápido en la cafetería. Rostros que pasan, pero ya no son desconocidos, de nuevo sonrisas y saludos. Ya no estas solo. Conversaciones cercanas, personas riendo, el edificio que vislumbrabas esta mas vivo de lo que parece. Llegas a tu clase, las puertas abiertas, las personas hablando, de una manera u otra formas parte de ese todo, y ese todo forma parte de ti. Ves a tus amigos, una nueva aventura, un nuevo plan, siempre hay algo que hacer. Piensas en esas personas que solamente van a clase, y sientes algo de tristeza por que no conocen el verdadero sentido de la universidad.
            Ya no estas en el instituto y eso se nota, pero ya o puedes volver atrás, tampoco puedes quedarte de brazos cruzados añorando tiempos mejores, simplemente aprovecha la oportunidad que se te brinda, el poder construir algo nuevo desde cero, nuevos amigos, nuevas experiencias, y que coño, se quien tu quieras. No te guíes por ese pasado que ya no volverá, simplemente construye un futuro, viviendo el presente que si que tienes. En un momento dado, miras al final del pasillo, el cual rebosa actividad allí donde mires, la ves a ella, te sonríe, la sonríes, la ves pasar con sus amigas, fuerzas un saludo cordial. Cuando pasa te giras discretamente viendo desaparecer sus pasos entre la multitud, te quedas quieto hasta que una fugaz sonrisa se describe en su rostro cuando gira disimuladamente para verte. Ya puedes continuar, con ese pesar de que allí dentro sois dos estudiantes, fuera sois los mejores amantes, pero nadie lo sabe. Te vibra el móvil, lo miras, es un mensaje suyo: “Tercera planta, cinco minutos”. Tu corazón empieza a latir mas y mas rápido, vas al ascensor, corres, llegas y te pones a contar los segundos que quedan, hasta que ella aparece en el lugar indicado, lejos de las miradas indiscretas, con una mirada de complicidad, unos ojos que te dicen que no puede estar sin ti. Os besáis, sin intercambiar palabra, pues vuestras miradas dicen mas de lo que se puede describir con palabras, se despide, la ves alejarse, por un momento te sientes solo, mientras caminas sin rumbo hasta el pasillo donde parece que no pasan las horas, y en un abrir y cerrar de ojos, ya te sientes bien, están ellos, están ellas, esas personas que conociste hace poco, pero con los que has vivido cosas mas intensas que con tus amigos de la infancia, gente que no hace falta saber su pasado, porque te das cuenta que vuestras vidas han recorrido el mismo el camino hasta donde te encuentras. En cuanto a ella, sabes que se va a convertir en tu nueva realidad paralela, lejos de esos muros.

            Muros que parecen fríos por fuera, se han convertido poco a poco, en tu nueva casa, en tu nueva realidad. Por eso no te preocupa levantarte temprano, por eso no te importó que hora fuera en el reloj, porque en realidad lo que mas merece la pena es lo que vives día a día, hora a hora, minuto a minuto, segundo a segundo. Cada día es distinto al anterior, todo se improvisa, vivir al momento y sentirte que estas mas vivo que antes.

The World Under Attack.

Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.

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Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.

Decir que hacía calor era quedarse corto. El ambiente era sofocante, tórrido y seco y las lluvias no parecía que fuesen a llegar en ningún momento próximo. En la pista de tierra era aún peor que en pequeño aula. Al menos allí había aire acondicionado pero en el exterior, un polvo finísimo flotaba en el caldeado ambiente y se metía en su nariz y garganta. Ángel carraspeaba con cierta frecuencia, recibiendo reprobatorias miradas de su profesor, el señor Sierra, pero no podía evitarlo. Era como estar tragándose una lija.

Lejos de la civilización, el único sonido que podían escuchar era el del llanto icesante de los perros que estaban encerrados en las perreras, y el lejano ronroneo del motor de algún coche que circulaba por la carretera próxima al recinto. Salvo eso, y la voz potente y severa del profesor, nada más. Ni siquiera el susurro de las ramas de los eucaliptos, estáticas ante la evidente falta de viento.

“Recordad.” prosiguió el profesor Sierra. “Los perros no sienten. Los perros no piensan. Son máquinas biológicas que actúan únicamente impulsados por instintos y por condicionamiento. Ellos nos ven como competidores, intentarán imponerse, así que nuestro trabajo es dejarles claro que nosotros somos los que mandamos. ¿Cómo haremos eso?” miró a su perro, un viejo pastor alemán que estaba echado a sus pies, buscando la diminuta sombra de su amo. “No permitiéndoles que desobedezcan.”

Ángel se sacudió distraido una mosca que le estaba rondando alrededor de la cabeza y volvió a carraspear para aclararse un poco la garganta. Hacía demasiado calor y empezaba a notar cómo la concentración le fallaba. Aún así, se esforzó por mantenerse atento a la lección. En las últimas semanas habían visto tanta teoría que en algún momento sintió como si le fuese a explotar la cabeza. Estaba deseoso de ver puestas en prácticas todas aquellas técnicas de las que había hablado el profesor Sierra. Muchos de los conceptos parecían lógicos pero no podía evitar sentir cierta disconformidad con algunas de las cosas expuestas.

“Castigaremos las conductas inapropiadas. Castigaremos la desobediencia. Recordad, no podéis hacerles daño, son máquinas. No sienten.”

Hizo un gesto a uno de sus ayudantes con la cabeza, y este se apresuró a buscar un paquete de salchichas que dejó en el suelo, a varios metros del profesor. El perro, que hasta ese momento había estado medio adormecido, levantó las orejas y movió las aletas de la nariz. A un gesto de su dueño, el pastor alemán se levantó pesadamente y empezó a caminar a su lado, con la cabeza algo agachada y la cola casi rozando la arena del suelo. Ángel no apartó la mirada del cánido, al igual que sus compañeros. Todos parecían inmersos en un silencio expectante.

Lentamente, perro y amo se fueron acercando al paquete de salchichas. El perro olfateó nuevamente y su cola comenzó a alzarse. El profesor Sierra sujetó fuertemente la correa con la que llevaba amarrado al animal. Antes de que este hiciese un ademán de aproximarse al alimento, su dueño chasqueó la lengua.

“Thor. Fuss.” dijo con una voz dura.

El perro obedeció y mantuvo el paso con su dueño. Dieron una rápida vuelta alrededor de la pista y nuevamente se aproximaron al paquete, esta vez estrechando la distancia. De nuevo el profesor Sierra indicó a Thor que debía permanecer en junto y el perro, haciendo gala de una extraordinaria obediencia, mantuvo su posición. Sin embargo a Ángel no le pasó desapercibido que su actitud era distinta. Miró a su dueño, como cuestionando sus órdenes y nuevamente a las salchichas. Casi podría decir que estaba pensando cual era la decisión más acertada.

La tercera vez que pasaron junto al paquete de salchichas, esta vez a escasos tres metros, el perro desoyó la voz de su amo y rompió la formación. Inmediatamente, el profesor Sierra pegó un fuerte tirón de la correa y los pinchos del collar de activación se clavaron con fuerza en el cuello del can, arrancándole un gañido.

“Thor. ¡FUSS!” dijo con su voz más autoritaria.

El perro regresó a la formación pero su actitud era diferente. Estaba más cabizbajo aún, con la cola entre las patas y los hombros encogidos. No miraba a su amo si no que apartaba constantemente la cabeza y se relamía los labios con frecuencia. Aún así, Thor se acomodó nuevamente junto al hombre. A Ángel aquella no le parecía la actitud de un animal incapaz de sentir emociones. Estaba seguro de que lo que estaba viendo en ese momento era miedo.

“¿Habéis comprendido? El perro ahora sabe que no debe desobedecer, o se llevará un estímulo aversivo. ¿Cómo llamamos a esto según el condicionamiento operante?”

“Castigo positivo.” dijo otro alumno, uno de aquellos pelotas que se bebían las palabras del maestro como si de una biblia se tratasen.

“Muy bien, Jaime. Ahora, sacad a vuestros perros y empezad a practicar este ejercicio.”


Después de la dura clase, en la que Ángel se había alegrado de no haber traído a su perro, condujo de vuelta a casa. Al subir por las escaleras del edificio, el sonido de los gañidos de las mascotas de sus compañeros siguió resonando en su mente. Había sido su primera práctica real y ya se estaba planteando abandonar el curso. No lo haría, le había costado un dinero que tardó meses en ahorrar, pero lo que había visto ese día le había desanimado por completo. 

Al abrir la puerta de su casa, su perro, un dobermann payasete como todos los de su raza, le recibió moviendo el muñón que tenía por cola. Ángel se inclinó sobre el perro y empezó a jugar con él, dándole cuidadosos golpes mientras que este le mordisqueaba con sumo cuidado sus muñecas y sus manos. Era la felicidad personificada, la ilusión más inocente. En ese momento Ángel recordó las palabras del profesor Sierra y se preguntó si acaso no había otra forma de adiestrar.



“Tu perro piensa y te quiere.” se dijo con una sonrisa.


DNH

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NO es obligatoria la participación del taller en persona (al fin y al cabo es online), pero para todo aquel que pueda ir, resulta un ejercicio interesante.

El día mensual se decidirá entre todos los que puedan y quieran ir.

Cualquier cambio al taller se notificará por correo electrónico o a través del blog.

No es necesaria la participación desde la primera semana pero los ejercicios se complicarán a medida que el taller avance.

Para aquél más constante y con mejor evolución, habrá una pequeña sorpresa al final de curso. (Un pequeño detalle).

Muchas gracias, esperamos que lo disfrutéis. 

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