domingo, 26 de octubre de 2014
Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.
Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.
Decir que hacía calor era quedarse corto. El ambiente era sofocante, tórrido y seco y las lluvias no parecía que fuesen a llegar en ningún momento próximo. En la pista de tierra era aún peor que en pequeño aula. Al menos allí había aire acondicionado pero en el exterior, un polvo finísimo flotaba en el caldeado ambiente y se metía en su nariz y garganta. Ángel carraspeaba con cierta frecuencia, recibiendo reprobatorias miradas de su profesor, el señor Sierra, pero no podía evitarlo. Era como estar tragándose una lija.
Lejos de la civilización, el único sonido que podían escuchar
era el del llanto icesante de los perros que estaban encerrados en las
perreras, y el lejano ronroneo del motor de algún coche que circulaba por la
carretera próxima al recinto. Salvo eso, y la voz potente y severa del
profesor, nada más. Ni siquiera el susurro de las ramas de los eucaliptos,
estáticas ante la evidente falta de viento.
“Recordad.” prosiguió el profesor Sierra. “Los perros no
sienten. Los perros no piensan. Son máquinas biológicas que actúan únicamente
impulsados por instintos y por condicionamiento. Ellos nos ven como
competidores, intentarán imponerse, así que nuestro trabajo es dejarles claro
que nosotros somos los que mandamos. ¿Cómo haremos eso?” miró a su perro, un
viejo pastor alemán que estaba echado a sus pies, buscando la diminuta sombra
de su amo. “No permitiéndoles que desobedezcan.”
Ángel se sacudió distraido una mosca que le estaba rondando
alrededor de la cabeza y volvió a carraspear para aclararse un poco la
garganta. Hacía demasiado calor y empezaba a notar cómo la concentración le
fallaba. Aún así, se esforzó por mantenerse atento a la lección. En las últimas
semanas habían visto tanta teoría que en algún momento sintió como si le fuese
a explotar la cabeza. Estaba deseoso de ver puestas en prácticas todas aquellas
técnicas de las que había hablado el profesor Sierra. Muchos de los conceptos
parecían lógicos pero no podía evitar sentir cierta disconformidad con algunas
de las cosas expuestas.
“Castigaremos las conductas inapropiadas. Castigaremos la
desobediencia. Recordad, no podéis hacerles daño, son máquinas. No sienten.”
Hizo un gesto a uno de sus ayudantes con la cabeza, y este se
apresuró a buscar un paquete de salchichas que dejó en el suelo, a varios
metros del profesor. El perro, que hasta ese momento había estado medio
adormecido, levantó las orejas y movió las aletas de la nariz. A un gesto de su
dueño, el pastor alemán se levantó pesadamente y empezó a caminar a su lado,
con la cabeza algo agachada y la cola casi rozando la arena del suelo. Ángel no
apartó la mirada del cánido, al igual que sus compañeros. Todos parecían
inmersos en un silencio expectante.
Lentamente, perro y amo se fueron acercando al paquete de
salchichas. El perro olfateó nuevamente y su cola comenzó a alzarse. El
profesor Sierra sujetó fuertemente la correa con la que llevaba amarrado al
animal. Antes de que este hiciese un ademán de aproximarse al alimento, su
dueño chasqueó la lengua.
“Thor. Fuss.” dijo con una voz dura.
El perro obedeció y mantuvo el paso con su dueño. Dieron una
rápida vuelta alrededor de la pista y nuevamente se aproximaron al paquete,
esta vez estrechando la distancia. De nuevo el profesor Sierra indicó a Thor
que debía permanecer en junto y el perro, haciendo gala de una extraordinaria
obediencia, mantuvo su posición. Sin embargo a Ángel no le pasó desapercibido que
su actitud era distinta. Miró a su dueño, como cuestionando sus órdenes y
nuevamente a las salchichas. Casi podría decir que estaba pensando cual era la
decisión más acertada.
La tercera vez que pasaron junto al paquete de salchichas,
esta vez a escasos tres metros, el perro desoyó la voz de su amo y rompió la
formación. Inmediatamente, el profesor Sierra pegó un fuerte tirón de la correa
y los pinchos del collar de activación se clavaron con fuerza en el cuello del
can, arrancándole un gañido.
“Thor. ¡FUSS!” dijo con su voz más autoritaria.
El perro regresó a la formación pero su actitud era
diferente. Estaba más cabizbajo aún, con la cola entre las patas y los hombros
encogidos. No miraba a su amo si no que apartaba constantemente la cabeza y se
relamía los labios con frecuencia. Aún así, Thor se acomodó nuevamente junto al
hombre. A Ángel aquella no le parecía la actitud de un animal incapaz de sentir
emociones. Estaba seguro de que lo que estaba viendo en ese momento era miedo.
“¿Habéis comprendido? El perro ahora sabe que no debe
desobedecer, o se llevará un estímulo aversivo. ¿Cómo llamamos a esto según el
condicionamiento operante?”
“Castigo positivo.” dijo otro alumno, uno de aquellos pelotas
que se bebían las palabras del maestro como si de una biblia se tratasen.
“Muy bien, Jaime. Ahora, sacad a vuestros perros y empezad a practicar este
ejercicio.”
Después de la dura clase, en la que Ángel se había alegrado
de no haber traído a su perro, condujo de vuelta a casa. Al subir por las escaleras
del edificio, el sonido de los gañidos de las mascotas de sus compañeros siguió
resonando en su mente. Había sido su primera práctica real y ya se estaba
planteando abandonar el curso. No lo haría, le había costado un dinero que
tardó meses en ahorrar, pero lo que había visto ese día le había desanimado por
completo.
Al abrir la puerta de su casa, su perro, un dobermann payasete como todos los
de su raza, le recibió moviendo el muñón que tenía por cola. Ángel se inclinó
sobre el perro y empezó a jugar con él, dándole cuidadosos golpes mientras que
este le mordisqueaba con sumo cuidado sus muñecas y sus manos. Era la felicidad
personificada, la ilusión más inocente. En ese momento Ángel recordó las
palabras del profesor Sierra y se preguntó si acaso no había otra forma de
adiestrar.
“Tu perro piensa y te quiere.” se dijo con una sonrisa.
DNH
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Me ha gustado, la verdad, especialmente a nivel descriptivo. Consigues crear la ambientación muy bien, así como la personalidad tanto del profesor como del alumno. Todo ello en un entorno donde realmente no pasa nada, pero consigues construir algo que mantenga interesado al lector pese a ello, en base a la contraposición acertada entre ambos personajes.
ResponderEliminarComo críticas, a parte de algunos errores gramáticales sueltos por ahí (como nos pasa a todos), creo que el relato no acaba de ajustarse del todo a lo que se suponía que íbamos a relatar (una historia de la cotidianeidad más o menos universitaria). Tampoco cae del todo fuera, es cierto, pero si que creo que le vendría bien ajustarse un poco más. :)
Críticas aceptadas. Gracias por el comentario, Cos. :)
EliminarEstaría guay si para el resto de los comentarios te pones como DNH, así se mantiene tu anonimato pero al mismo tiempo podemos saber quien comenta qué. :)
EliminarAsí? Admito que no lo hice porque no sabía como se hacía. XD
Eliminar(A ver si funciona)
Perfecto! :)
EliminarConsigues crear animadversión contra el gilipollas del Sierra, con sus putos métodos cartesianos.¡Ojalá tome algún día de su propia medicina!
ResponderEliminarHe disfrutado mucho leyéndote, y creo que le sabes infundir vida a tus personajes, incluso a los perros.
¡Sigue así!
Muchas gracias. :)
EliminarTristemente el collar de impulsos está prohibido para humanos pero... todo se andará.