domingo, 26 de octubre de 2014

Complementos Vitamínicos

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Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.

-                                    -Señor Fernández. El examen ya ha concluido. Lo lamento.

Desperté empapado en sudor, me sequé la frente y comprobé en el despertador que sólo había sido una horrible pesadilla.

Como cada mañana acudí directo a la ducha, pero los nervios acumulados después de insufribles días de estrés y estudio me incitaron a descargar tensiones auto-complaciéndome con la mano entre secreciones y vapor de agua. Al terminar, me esperaba mi albornoz mostaza con una amarga taza de café y un zumo de naranja levemente ácido.

-         Recuerda. Toma tres pastillas previamente al estudio y 40 minutos antes de la prueba. No las mezcles con nada, únicamente con agua. Resonó la voz de aquella joven que afirmaba ser estudiante de farmacia.

Aquél sitio olía a humedad y a basura. Absolutamente nauseabundo. Recorrimos las entrañas y pasillos de la facultad de medicina hasta recabar en un retrete apestoso donde aquella joven nos aguardaba. 

-                                   -Cari, serán 70 euros todas las gominolas. ¿Ves? Te hago hasta descuento de amigo. Entonces giró la cabeza y dirigió la atención hacia mi compañero Héctor, aquel que me aseguraba que la fuente de todos sus éxitos académicos radicaban en aquellas monodosis de color azul eléctrico.

Y a tenor de lo que se comentaba por la facultad todo aquello parecía jodidamente verdad. Aquellas extraordinarias píldoras eran lo último entre los estudiantes. A 8 pavos la unidad, sí, pero te aseguraban recordar todo lo que habías estudiado y clavar un examen. Se las conocía como el orgasmo de Einstein o las papá pitufo, supongo que por aquello de la sabiduría y su significativo color.

Miré el reloj, las 9:20 en punto. Justo 40 minutos antes de mi primer encuentro con una matrícula de honor.
          -No pueden ser peor que una raya de coca, me repetí antes de tomármelas de nuevo. Además, cosas peores ya habrían pasado por mi boca.

Y allí me encontraba yo. Apoyando los codos sobre la madera corroída de aquel vetusto pupitre. Esperando mi oportunidad de demostrar quién era el puto amo o quién iba a restregar la nota a su padre en los morros. Unos minutos después la profesora me hizo entrega del examen. Esa mala arpía que seguro que no había follado en los últimos decenios. Hoy me la follaría yo a ella, metafóricamente hablando, claro. Vestía una blusa de abuela a la moda, sí, pero de moda en la guerra civil, y una falda de tubo que le hacía parecer una salchicha embutida. ¿En serio? ¿Esta tipa habría oído hablar del concepto o la noción estética?

Da igual. Bajé la mirada hacia los papeles, y leí atentamente las cuestiones a responder. Después de 40 minutos el sudor volvía a aparecer. Apenas había rellenado un par de preguntas cuando todos mis conocimientos terminaban de volatilizarse. El corazón empezó a latir violentamente mientras en una fuerte sacudida el estómago me hizo arrojar todo el desayuno mediante una convulsa nausea. Me toqué la nariz, sangraba.


          -Señor Fernández. Es la hora. El examen ha concluido.

Héctor Puente Bienvenido.
         

1 comentario :

  1. Me ha gustado el relato, especialmente por su estructura circular. El protagonista consigue llegar además a tener bastante personalidad para tan pocas palabras, con lo cual es fácil identificarse con él y la tensión y miedos propios de un examen. Además, se ajusta muy bien al ejercicio que se nos propuso.

    Como crítica, la principal es que normalmente las estructuras circulares no acaban exactamente donde empiezan, sino que avanzan un pelín más allá para llegar a la conclusión real de la historia. Y eso es algo que podría haberle venido bien a esta. Además, el comentario tan frío e impersonal de la profesora no acaba de casar con alguien que acaba de ver al alumno vomitar en el aula y sangrar por la nariz.

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