domingo, 26 de octubre de 2014

Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.

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Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.

El aire en la clase resultaba mas pesado y asfixiante, si cabe, que en el exterior con sus 36º. El profesor de matemáticas hablaba con voz monotona y pausada mientras escribía en la pizarra los pasos para encontrar Δ en una interminable operación.

Jaime era incapaz de concentrarse en ese hombre que al principió había parecido hablar su idioma, pero, según aparecían numeros en la pizarra había ido lentamente cambiando a algún dialecto largo tiempo olvidado. En ese momento Jaime solo podía apreciar en la explicación que cada vez que se paraba a secarse el sudor del cuello miraba el también la pizarra calculando el espacio que le quedaba para terminar el ejercicio.

El adolescente se habría sentido mal de no poder mirar a sus compañeros, los cuales exibian las mismas caras de tedio y desesperación por que terminase la clase. Unicamente se escuchaba escribir a alguna chica (siempre las chicas, suspiraba Jaime para si mismo sintiendose un poco herido de alguna manera que no acababa de comprender) de esas que, incluso con el calor que hacía ese día, siempre estaban aseadas y perfecas; esas chicas que cuidaban mucho lo que comían y llevaban sus pocas espinillas propias de la edad escondidas bajo una capa uniforme de maquillaje.

Antes de que se diera cuenta la chica levantó brevemente la mirada de su cuaderno, en el que no habría ni un solo tachón, y miró a su alrededor hasta que sus miradas se cruzaron. Jaime cambió rapidamente su punto de atención esperando que no pareciese que la había estado mirando concretamente a ella. Pero nno servía de nada, lo último que había visto por el rabillo del ojo era como ella se sonreía pensando cualquier cosa antes de volver a lanzarse sobre el ejercicio de matemáticas de la pizarra.

Por eso cuando sonó la campana el adolescente mas común y normal de todos se unió a sus compañeros en un suspiro de tranquilidad. Ese suspiro bien podría ser parte de una religión mayoritaria en el planeta, un enorme amén por parte de los feligreses de las clases que, al terminar otro bocado del horarió toman aire antes de enfrentarse a la siguiente y pesada clase.
Jaime se giró hacia su compañero de pupitre y siguió una comoda rutina en la que preguntaba que tocaba ahora, como si no lo supiera realmente y quisiese asegurarse de que algo había cambiado esa semana y no tenian Lengua. Esta primera frase era el pie para despejarse la cabeza hablando un poco de lo horrible que había sido la clase, el calor que hacía o si la profesora de química llevaría falda hoy o no.

Su compañero sinembargó decidió cambiar la tónica habitual de sus conversaciones y enseñarle lo que había estado haciendo en el cuaderno durante toda la hora.

-Es mi personaje de Sluag!- Con la “!” al final como corresponde al nombre de un videojuego extranjero. –Un cornisciente con la piel verde y el pelo azul. Ayer estuve una hora hasta que logré la Espada vitrubia.- Decía mientras señalaba una cimitarra llena de glífos y símbolos a la que había dedicado mucho mas esfuerzo que en la rígida y borrosa criatura con tres cuernos.

-¿Qué tal está?- Respondió Jaime, sin demasiado interes real pero fingiendolo un poco, llevaba tres años compartiendo pupitre con su compañero y no quería arruinar esa armonia. –He oido que aveces les pasan cosas raras a los que juegan a Sluag!-

-¡Eso es lo mejor de todo!- Dijo excitado su pecoso amigo. –Los foros estan llenos de mensajes de jugadores diciendo que han encontrado portales a otros juegos y fotos de platimonedas que han encontrado por sus casas. ¡Estoy seguro que en cuanto llevas 500 horas o así empiezan a pasar las cosas raras!-


Y el timbre sonó interrumpiendo la conversación de improvisto. 

Jarl

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  1. Me ha gustado mucho el relato y cómo capturas la cotidianeidad de una historia que podría ser un día cualquiera en la vida de un adolescente. Aunque los protagonistas aparecen desdibujados, lo cierto es que por la forma en que se comportan y hablan, es fácil identificarse con ellos e incluso construirles una vida alrededor de lo poco que realmente dicen. Y el lento discurrir de las clases queda muy bien remarcado, el tedio, la rutina, la chica que le gusta, etc.

    Como crítica, creo que hay un pequeño problema de estructura. Podríamos dividir el texto en dos partes: un planteamiento (el tedio de la clase, la chica, el recreo), un nudo (el diálogo) y un... ¿desenlace? Desgraciadamente, este no existe. El relato queda incompleto, con una simple interrupción que ni cierra nada ni llega a plantear por dónde podría seguir, ni siquiera se trata realmente de un final abierto. Le hubiera hecho falta una frase o dos más al final, probablemente para encajar de nuevo en el tedio del día a día, servir de cierre, o aventurar quizás cómo una de esas monedas mágicas aparece en el aula.

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