domingo, 11 de enero de 2015

Práctica 5; Escribir para alguien concreto.

1 comentario :
Práctica 5; Escribir para alguien concreto.

Tuve mucho cuidado al derramar el aceite en el depósito vacío del motor. Lo que menos me apetecía era manchar toda la maquinaría del vehículo con el oscuro y viscoso líquido, algo que me haría perder un valioso tiempo y ya había perdido bastante aquella calurosa mañana de primavera. Poco a poco, dejé que el aceite cayese dentro del embudo, controlando la cantidad exacta que debía entrar en el depósito. Hacía bastante calor pero, pese a que llevaba toda la mañana trabajando en poner a punto el coche patrulla, no estaba sudando como le pasaba a mis compañeros humanos. No, pensé mientras observaba como el viscoso fluido se deslizaba lentamente por el estrecho bocal del embudo, yo no era como ellos aunque no lo supiesen. Era un protector ancestral.


Con un gorgoteo, el líquido terminó de atravesar el embudo y lo retiré del bocal. Tras comprobar los niveles con la varilla, cerré el depósito enroscando el tapón con fuerza y me agaché para coger la bandeja que había utilizado para sacar el aceite sucio. Coloqué el embudo sobre una garrafa vacía que había reservado para disponer del aceite residual y vacié con mucho cuidado la bandeja. Aunque puse precaución de que el líquido corrosivo no me tocase la piel de las manos, esta se encontraba ennegrecida aunque posiblemente las manchas eran más por la carbonilla y la suciedad del motor que por el aceite mismo. Tampoco me preocupaba demasiado, mi extraordinarian capacidad de curación me ayudaba a sobrellevar heridas y quemaduras menores sin ningún problema.

En cuanto terminé, cerré la garrafa, limpié los pocos restos de aceite que habían goteado sobre el motor con un trapo sucio y me enjuagué las manos usando una botella de agua que había traído para ese fin. Satisfecho con mi trabajo, cerré el capó del coche y procedí a cambiarme de ropa. El viejo chandal estaba bien para estropearlo, pero necesitaba volver a ponerme mi elegante uniforme verde, con sus blasones dorados que me señalaban como agente del cuerpo. En realidad, el mantenimiento del motor de mi coche patrulla no era mi obligación, pero el viejo Megane era casi como un compañero de trabajo y me gustaba mimarlo.


Mientras me abrochaba los botones de la camisa, un pesado perrazo, pastor alemán con el lobuno cromatismo del pelaje sable, se abalanzó sobre mí y empezó a darme húmedos lametones en el rostro. Riendo, me abrazé a su peludo cuello y le froté los musculosos lomos con vigor.


"¡Atlas! ¡FUSS!" escuché una autoritaria voz femenina.


El pastor alemán, con el automatismo de un soldado, cesó en sus carantoñas y corrió hacia su dueña para ponerse en una perfecta posición de junto. Sus ojillos marrones, cálidos, la miraron con adoración, sin perderla un segundo de vista. Aunque traté de reprimirlo, una sonrisa tiró de la comisura de mis labios al verla, orgullosa, guerrera, con sus ojos grises cargados de hastío y fumándose un cigarrillo.

"Sabes que no me molesta." le dije.

"No debe hacerlo. Sé que aún es muy cachorro, pese a su tamaño, pero tiene que empezar a comportarse. Es un perro del cuerpo, no una mascota." me contestó. "¿Has terminado ya con el cacharro?"

"Está a punto. En cuanto repose un poco podemos salir." golpeé el capó del vehículo. Sonó a hierro hueco.

"Más vale que salgamos ya. El Sargento está de un humor de perros y como me quede aquí diez minutos más con él, creo que lo mataré." tiró el cigarrillo al suelo y lo aplastó con la bota.


"¿Otro caso extraño?"


"Parece un caso de violencia de género de libro. Creo que hay un muerto y algo que no me ha quedado claro sobre un collar eléctrico."


Alcé las cejas.


"La chica llamó llorando y no se la entendía nada. Da gracias si tenemos bien la dirección."

Abrió la puerta trasera del coche y el pastor alemán se metió dentro. Mientras mi compañera le colocaba el cinturón homologado, yo me monté en el asiento del conductor y arranqué el motor para comprobar que todo funcionaba perfectamente. El sonido parecía correcto y la vibración en la mano también. No me sorprendía, había hecho eso muchas veces y nunca antes había tenido problemas.



En cuanto mi compañera se sentó en el asiento del copiloto y se abrochó el cinturón, me puse en marcha. Quizás íbamos a atender un caso de violencia de género de libro, pero las cosas nunca eran tan sencillas para alguien como yo... como nosotros, puesto que ella también era una guardiana. El Sargento no nos lo habría asignado de no haber creído que era uno de esos casos especiales. En la ciudad pasaban cosas extrañas, cosas que escapaban al entendimiento de los humanos, cosas que habían quedado enterradas en leyendas y cuentos de miedo. Sonrié. Resultaba irónico que nosotros, una de las criaturas más temidas por nuestra dualidad bestial,fuésemos quienes protegíamos a los hombres. Les habíamos acompañado desde casi su nacimiento, más de treintamil años juntos y nunca habíamos dejado de protegerlos. Sencillamente, sin nosotros, los humanos no habrían sobrevivido. 


Policía Nacional
DNH

1 comentario :

  1. El relato me ha dejado un poco entre dos tierras. Por un lado, consigues recrear a la perfección una escena cotidiana, dándole mucho sentido y contexto, pero en el fondo se queda justo al principio de la historia, más como una introducción que un relato completo. Por otro, ese toque realista y cotidiano choca con los pequeños detalles sobrenaturales que hay en distintos momentos y que, realmente, ni aportan demasiado a lo que está siendo narrado, ni acaban de ser explicados. El resultado es que me ha dejado un poco en el aire, queriendo saber más pero sin el contexto ni el desarrollo sobre ese más que vendría. Aunque si que creo que cumple bien el objetivo de ser un relato para la policía, seguro que a ellos les encantaría la imagen que construyes de ellos como superhombres protectores de la humanidad.

    ResponderEliminar