domingo, 15 de febrero de 2015

Imperturbable

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Práctica 7; Acción.
En aquel pasaje oscuro, el aire frio le estremecía la piel, sin sus ropas de barrera, su cuerpo por dentro sentía la brisa como cuchillos afilados que arremetían contra ella sin piedad. La muchacha, aterrorizada, deseaba que su angustia acabara. Más que el dolor que le invadía, la espera era su mayor desdicha. El barbudo individuo pelirrojo que la había secuestrado, la mantenía prisionera en un trastero  mugriento, donde la podrida madera agujereada, permitía la intrusión del viento en sus carnes. Sentía que su vida iba a acabar, lo notaba sin necesidad de pensarlo, su intuición misma se lo garantizaba. No podía moverse, lo había intentado tantas veces que sus muñecas magulladas le escocían y sangraban al más mínimo movimiento que ejerciera. Deseaba morir, cualquier cosa sería mejor que aquello. Inmovilizada e indefensa, sabía que tarde o temprano su situación empeoraría sin poder evitarlo. Fue en ese momento cuando oyó crujir una rama a lo lejos y unos pasos cada vez más audibles que se aproximaban.
  • ¡No!, ¡no, no, no! ¡Auxilio!- gritó con todas sus fuerzas, su garganta reseca le provocó un dolor agudo tras aquel alarido,  pero ella no se detuvo- Por favor… ¡AYUDA!- exclamaba desesperada
  • ¿Hola?, ¡policía!, ¿hay alguien ahí?- escuchó con claridad
  • ¡Sí, me han secuestrado!, ¡aquí!
La esperanza que había perdido volvió a resurgir, seguido del resto de sus emociones, las lágrimas no dejaban de brotar y su voz, a pesar de ser débil, se esforzaba por hacerse oír, sacando todas sus fuerzas a flote.
  • Te sacaré de aquí, tranquila- el cerrojo de la puerta se interponía en su liberación pero la reseca madera del cobertizo no aguantaría un gran impacto
Su salvador, un hombre de constitución delgada, arremetió contra la puerta sin pensarlo. ¡Poom, poom, poom!, al tercer intentó hubo un chasquido y un halo de luz rompió con la penumbra del espacio. El hombre comenzó a patalear la rotura y la madera se fracturó una y otra vez hasta que se creó un enorme hueco por el que la joven podría escapar.
Pero la tranquilidad de la victima pronto se desvaneció… El policía, concentrado en desatar las manos a la chiquilla, percibió un ruido sordo que le alarmó. La joven lanzó un grito de ahogo mientras que el robusto barbudo acechaba con su sonrisa maléfica.
El agente estaba solo, su unidad de búsqueda se había dividido por el bosque para abarcar la máxima distancia posible y así dar con la pequeña secuestrada. Ciertamente está era su primera puesta en acción, hacía apenas un mes que había entrado al cuerpo. Él tan solo se había presentado voluntario a la persecución, en ningún momento se había imaginado un encuentro con el agresor. Le temblaba todo el cuerpo con solo echar un vistazo al corpulento individuo de ojos vacios, pero no por ello se quedó inmóvil. Ya no era su vida la que corría riesgo, la joven a su lado se balanceaba delirante, ya sin consciencia de sí misma, con el único objetivo de huir. Debía reducir al hombre fuera como fuese. Meditó; no le daría tiempo a pedir refuerzos, en menos de un segundo ya se le habría tirado encima el secuestrador que portaba un cuchillo en su mano derecha. Optó por apuntarle con su pistola. El estropajoso individuo que ya corría en su dirección enseñando los dientes, se vio obligado a detenerse tras su rápida actuación:
  • ¡Alto o disparo!- clamó exhortante
Tal fue su ímpetu que el atacante se detuvo, mirándole fijamente, sin un halo de tensión en su rostro, tranquilo… Lo opuesto al policía que, a pesar de tener una ventaja considerable, se mostraba inseguro y temeroso. Sus manos bailaban al compás del latido de su corazón; movimientos rápidos y seguidos. Muy a su pesar el temible ser al que apuntaba no muy agudamente, notó su dubitación y…se rió. Fue una carcajada de burla, más desagradable que cualquier otra que hubiese oído. Eso le estremeció, pero no tanto como cuando omitió su orden y reanudó la marcha. Cada vez estaba más cerca y continuaba ignorando sus advertencias:
  • ¡Deténgase!, ¡Disparo, le juro que disparo!- al ver que el peligro cada vez era más intenso, y aún con sus manos temblorosas, intentó concentrar toda su atención en  alcanzar una de sus piernas con la bala, vio una oportunidad y…apretó el gatillo
Click, sonó débilmente. El pánico se apoderó del policía, ¡no había quitado el seguro! Había desaprovechado una oportunidad de oro que ya no volvería a tener. En el tiempo que tardara en quitarlo, ya habría podido acuchillarle el delincuente. Dejó de lamentarse y respiró, ya con la cabeza fría y el corazón de piedra, corría desprovisto de defensa hacía su amenaza.
La muchacha chilló cuando el escuálido hombre se abalanzó contra lo que serían tres cuerpos suyos. Pero el joven había alcanzado la velocidad suficiente para que la fuerza del impacto derribara el pesado cuerpo objeto. El hombre cayó de espaldas al suelo, aturdido, intentó recomponerse en lo que el policía ya le había quitado la afilada arma que portada. Pero su inhibición duró apenas unos segundos, y el comodín sorpresa ya había pasado. La lucha cuerpo a cuerpo era inevitable pero el salvador de la muchacha ya no dudaba, atacaba. Recordó las lecciones de inmovilización e hizo un intento de doblar el brazo del pelirrojo. Él hombre se resistió fieramente, apenas podía mantenerle tendido, así que optó por rectificar su trayectoria. Confió en la dureza de su codo, el hueso de esa zona le proporcionaría un arma efectiva. Lo importante era saber el lugar exacto donde golpear y el joven policía lo sabía. Ágilmente su brazo se dobló y, no sin antes recibir un gran impacto en su comisura derecha, cogió impulso y apuntó al tórax de su atacante.
Si acertaba, todo acabaría, al agresor se le cortaría la respiración, agonizaría y quedaría inconsciente en apenas segundos. El descenso de su brazo pasó lentamente en su mente, ni si quiera el dolor en su mejilla consiguió desconcentrarle, veía con claridad el pecho desprotegido del pelirrojo, al que terminó alcanzado su articulación. Todo habría sido perfecto si en el último instante el hombre no hubiera notado sus intenciones, pero lo hizo. Puso su enorme mano de coraza.
  • ¡Ahhhh!- gritó
Su mano maltrecha, había creado una pequeña barrera gracias a la cuál seguía consciente. El valiente policía no podía dejarle tiempo para que se recompusiera, dispuso nuevamente su brazo en la misma posición de ataque pero… Esta vez un golpe en su cabeza le hizo perder el equilibrio y caer al suelo. Un pequeño ladrillo del que el sujeto se había apoderado sin que él lo notara. Ahora su posición era de presa y mucho se temía que ni con todas sus fuerzas habría conseguido librarse del pesado hombre que tenía encima de él. Volvió a golpearle, esta vez en la nariz con sus nudillos. Un cosquilleo ardiente le recubría la zona dañada.
  • Vaya, vaya, si tienes cara de niñita jovencito. Casi es una pena destrozar tu dulce rostro-sonrió- Casi- dijo en un susurro mientras que nuevamente le golpeaba el rostro
El secuestrador estaba jugando con su presa, como en una cacería, disfrutando el momento… Pero él no estaba dispuesto a que todo acabara, solo se rendiría una vez muerto. Su mirada de odio pareció divertir al sujeto que continuaba zurrándole…distraído. Esta es la ventaja que permitió que todo acabara. En una pelea, no pierde el más débil, pierde el que se deja llevar por sus emociones. Fue por ese aire de suficiencia y regocijo del delincuente, que el astuto policía, aún con su dolor agudo, quitó el seguro de su pistola sin que nadie lo notara y, con mucho cuidado, la desenvainó lentamente... La niña que había ido a salvar sollozaba y se quejaba mientras que la sonrisa maléfica del agresor era cada vez más amplia. Daglas, sin ninguna vacilación, disparó en el costado al pelirrojo. Este calló, abatido, sin ya causar amenaza alguna. Aún así, el policía tomó precauciones, le esposó, volvió a poner el seguro a su arma y liberó por fin a la muchacha cautiva tras indicar su posición al resto de su equipo.
Cristina Torres

1 comentario :

  1. Me temo que no me ha convencido. El relato no está mal, no se me malentienda, pero no consigues generar una escena muy dinámica ya que hay demasiada reflexión incluso en las partes de acción, que pierden así la sensación de brutalidad propia de un combate a muerte. El resto del contexto está bien, aunque por trozos se hace algo confuso, pero creo que no consigues del todo el objetivo del ejercicio.

    Como nota, en el último párrafo el protagonista desenfunda la pistola... ¿cuando la enfundó y por qué? Porque ya la tenía en la mano de haber apuntado al secuestrador antes. Eso y que, de pronto, al final el poli tiene un nombre que no se había ni mencionado y algún otro fallo de coherencia (como que no haya más policías en plena batida que hayan visto la caseta o él pidiese refuerzos antes de entrar) empañan un poco el relato.

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