lunes, 19 de enero de 2015
La anciana que leía novelas de amor
Práctica 6; Críticas sociales.
La primera vez que la
vi tenía un libro en la mano. Siempre estaba así, absorta entre páginas. A
pesar de que el ambiente no invitaba a la lectura, y el resto de mujeres
preferían leer revistas del corazón,
incluso las empleadas de menor edad, ella siempre tenía en sus manos
temblorosas una novela de amor. A veces un clásico del diecinueve, libros de
poesía, o lo que parecían folletines antiguos guardados durante décadas. Inmediatamente despertó mi ternura, por lo que
en seguida me acerqué a ella.
Me contó que se llamaba Emma y que era francesa, su
apellido me sonó muy pintoresco. Su marido había sido médico y ella le había
acompañado a España cuando se mudaron por cuestiones de trabajo. Él había
fallecido hacía unos años y ahora estaba sola, porque según ella, Dios nunca le
había otorgado el regalo que siempre soñó: una preciosa niña. A pesar de su
aparente soledad no parecía triste. Los libros le llenaban, prefería sentarse
horas al sol a jugar a las cartas con los demás ancianos. A pesar de los surcos
de su rostro se podían entrever las facciones que le habían hecho hermosa en su
juventud.
El día que no la encontré en su banco favorito del
jardín, subí a su habitación. Las auxiliares lo habían recogido todo, solo quedaba
un libro en su mesilla que me llevé antes de que lo tirasen. Fui a preguntar a
las oficinas, por si a pesar de lo que me había dicho aún le quedaba alguien a
quien pudiésemos notificarle su muerte. Allí me dijeron que no había fallecido
ninguna Emma aquella noche, solo lo había hecho una anciana de nombre distinto.
Me fui desconcertado y entonces miré el libro que traía en la mano. Madame Bovary. La que había sido mi amiga aquellos meses no se llamaba
Emma, seguramente su marido, si tuvo, no había sido médico. Se había creído
Emma Bovary, y se había inventado una vida para olvidarse de la suya. Nunca
estaba triste porque ya no estaba allí.
Recordé haber estudiado el libro en el
instituto. Supuse que aquella mujer se había ido para reunirse con su amante. Y
el peso de su soledad me golpeó tan fuerte que tuve ganas de salir corriendo.
Black Maiden
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¡Ah, qué relato, qué relato! Solo he sentido que no fuera más largo...
ResponderEliminarLo bueno si breve... Me gusta escribir historias cortas para que el lector se quede pensando qué pasaría si... cómo hubiera sido si... esas cosas. Gracias, Julia. :)
ResponderEliminarMe ha encantado a mi también, suave y tierno, y con corazón al fondo. Justo lo que se nos pedía para este ejercicio y creo que lo has plasmado a la perfección.
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