martes, 2 de diciembre de 2014
Olor a lumbre y a manzana.
Práctica 3; La importancia de los personajes y sus puntos de vista
Querido diario,
Sigo extrañando mucho al pequeño
Luis, a mi esposo y a mis compañeras de la parroquia. El olor de mi pequeño y
el aterciopelado tacto de su cabello húmedo recién salido de la ducha. Ya ha
pasado un mes, y aún convivo con ellas, lo único que me mantiene con fuerzas es
la protección del Señor y el consuelo de las deliciosas tartaletas de manzana;
calentitas, humeantes y recién hechas.
Aunque que sufro, todavía
intentando comprender a mis compañeras de estancia, pues estoy convencida de
que se trata de una prueba, una ardua y laboriosa tarea por la que he de sufrir
y expiar mis pecados, los caminos del Señor son inescrutables. A veces las
maldigo, por lascivas y porque me hacen la vida imposible cada minuto y cada
hora, pero pese a todo, rezo por ellas y
por la salvación de sus almas. Hoy se han burlado de mí, me han insultado y han
firmado los documentos del reparto de las asignaciones en mi nombre, quieren
hacerme sentir loca.
Esta mañana, mientras contemplaba
arder la lumbre la doctora Fresneda me ha citado en su consulta.
— ¿Cómo se encuentra hoy Marisa?
— Doctora, quiero volver ya a casa, ocuparme
de mis labores y de mi marido. Noto mucho
mejor el corazón y hace ya varias semanas que no percibo taquicardias ni arritmias.
¿Cuándo me dará el alta? He rezado al rosario porque me diga que hoy salgo
de aquí, la semana que viene será la procesión del Cristo redentor y he de
acudir sin falta.
Querido diario,
Hoy he sido hospitalizada por
fractura de clavícula. Mario me ha acercado en coche a urgencias, prometiendo
volver pronto, pero aún no ha dado señales de vida. He tratado de buscar un
reloj, pero no he encontrado ninguno y el personal sanitario es algo reacio a
decirme la hora. El olor a madera quemada me produce dolor de cabeza, pero
preparan una tarta de manzana decente, algo chamuscada por encima, pero
aceptable después de todo. Tengo dos compañeras de habitación, una fanática
religiosa y una excéntrica de aspecto raro que amenaza con realizarse algunos
cortes si no la sacan pronto de allí. Extrañamente me parecen demasiado
familiares.
Esta mañana me ha citado Lucía,
la doctora.
— Señorita
Fernández ¿cómo se encuentra esta mañana?
— Muy bien,
muchas gracias doctora. ¿Le puedo consultar algo? Me gustaría saber si puedo llamar a mi
marido, iba a volver a por mí, pero temo que se haya perdido por el camino.
Además, ¿cuándo me darán el alta?, imagino que tendré que guardar reposo pero
debería avisar en el trabajo.
—No se preocupe. Por ahora lo primero es su salud, y aunque
su clavícula esté bien, tenemos otros problemas más acuciantes. Sea paciente y
disfrute de su estancia aquí. He oído que le gusta leer, disponemos de una
fabulosa biblioteca mientras se recupera.
Querido diario,
Aún permanezco presa de la demencia
y de la locura. Los pensamientos acerca
del suicidio aún rondan en mi cabeza. La situación se ha vuelto completamente
insostenible. Odio la medicación, el olor a lumbre y las tartaletas de manzana
que prepara la cuidadora. Alejarme de los ritmos frenéticos de la ciudad no ha
hecho más que empeorar la situación. Si no salgo pronto de aquí me cortaré las
venas.
Odio a esa furcia puritana y a
esa resabida “de los libros”. Un día las mataré, si no lo hago conmigo antes.
Dicen que estoy enferma mental, pero yo sé que no estoy loca, simplemente soy
más perceptiva que los demás. Me engañan y me atiborran a pastillas para
drogarme y volverme más dócil y majareta.
Hoy la estúpida de la doctora
Lucía Fresneda me ha hecho acudir a su consulta.
— ¿Cómo se encuentra hoy?
— No pienso hablar más con usted. Sé que no soy normal, pero ustedes quieren convertirme en una yonki adicta a sus mierdas. No volveré a tomarme ninguna pastilla más, antes me corto las venas.
— Bueno, comprendo. Estás alterada. Reposa un rato y luego hablaremos con más calma Marisa.
— No pienso hablar más con usted. Sé que no soy normal, pero ustedes quieren convertirme en una yonki adicta a sus mierdas. No volveré a tomarme ninguna pastilla más, antes me corto las venas.
— Bueno, comprendo. Estás alterada. Reposa un rato y luego hablaremos con más calma Marisa.
Al salir de la habitación
contemplé reflejado en el espejo el documento que sostenía la doctora, rezaba
lo siguiente: “Paciente Marisa Fernández, trastorno múltiple de personalidad”.
Héctor Puente Bienvenido
Related Posts
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
Me temo que no me ha convencido demasiado este relato, Hector, en buena parte porque no hay historia hasta el último momento en que esta avanza un poco. Pero es que, además, me da la sensación de que los personajes no están muy desarrollados, son sólo bosquejos (fanática religiosa, lectora, loca) y poco más, cuando la extensión del ejercicio daba para más. Quizás sea cosa mía, pero la verdad es que en esta ocasión no me has llegado. :(
ResponderEliminarPor cierto, como nota, hasta donde tengo entendido, los pacientes con personalidad múltiple no son conscientes de las otras personalidades. Se que es un recurso dramático muy habitual en cine y novelas, por eso no lo pongo en el cuerpo principal de la crítica, pero creí que valía la pena mencionarlo.
Eliminar