martes, 2 de diciembre de 2014

TTX

3 comentarios :
Práctica 3; La importancia de los personajes y sus puntos de vista

Me puse el abrigo y comprobé que en los bolsillos estuviera todo lo básico para sobrevivir: chicles de menta, el móvil, las llaves de casa… Vale. Estaba todo.  Papá invitaba, así que no necesitaba traer dinero conmigo. Bajé corriendo las escaleras y los tres últimos escalones los salté para plantarme de golpe delante de la entrada del salón. Las puertas correderas estaban cerradas y a través de sus ventanas de vidrio opacado se filtraba la luz del fuego de la chimenea. La calma que inundaba el ambiente me quitó de sopetón las prisas que llevaba. Entreabrí con cuidado las puertas y asomé mi mirada por una pequeña rendija.   Solo veía la calva de mi padre a contraluz, sentado en el sofá, y los pies de mi madre asomados por el lado derecho. Parecía que susurraba algo a mi madre mientras contemplaba los troncos de la chimenea chisporrotear.

La verdad es que hacía tiempo que no pasábamos un domingo tan agradable. Pasear por el centro y comer en un restaurante japonés era un plan sencillo, pero placentero. Mi madre siempre había sido fan de probar platos exóticos y aunque mi padre siempre se resistiera a probar cosas nuevas, esta vez cedió.

 No es que quisiera interrumpir ese momento, pero ya llegábamos tarde al cine. Abrí algo más la puerta, haciendo ruido, y mi padre giró su cabeza hacia a mí.
Se llevó el dedo índice a los labios y me habló en un murmullo: ‘’Ya voy’’
Vi cómo se levantaba, como quitándose con cuidado el peso del cuerpo de mi madre de sus muslos. Pobrecita. Se había quedado dormida. Pareció que mi madre se quejara de que la moviera lanzando un saludo rápido hacia a mí con el dedo pulgar de su pie izquierdo.
Mi padre la arropó con una manta y desapareció por un momento al agacharse a decirle algo. Resurgió del telón que  parecía el sofá y se dirigió de puntillas hacia la puerta.

‘’Vámonos, ¿no?’’ le dije. Me guiñó un ojo, se puso el abrigo y me invitó a salir antes que él por la puerta.

***

Salimos con prisa del japonés, porque Carlos se había empeñado en llevar a Celia al cine. Una peli de acción, de las que yo no soporto. Pero la niña tenía exámenes, y  por tanto necesitaba llegar a casa pronto para aprovechar la tarde.
Ya en el coche, de vuelta, comencé a sentirme extraña, mareada, con náuseas. No vuelvo a comer sushi.

 Al llegar a casa me tiré en el sofá y empecé a sentirme pesada. Celia subió corriendo a encerrarse en su cuarto para estudiar y Carlos se sentó conmigo en el sofá. Hacía tiempo que no nos sentábamos solos. Lo único que me unía a él era nuestra hija. Yo ya había huido de ese matrimonio hacía años.

Por un momento pensé que estaba en un sueño. Carlos me miraba en silencio y yo ya no podía moverme. Comencé a angustiarme, no entendía nada. Él me rodeó con sus brazos y me tumbó a lo largo del sofá, apoyándome sobre sus muslos. ¿Se estaba dando cuenta de lo que me ocurría? ¿No podía ver que no estaba comportándome de manera normal? Los ojos se me congelaron en un punto fijo.  Y él se interpuso, para clavar su mirada en la mía. Perdí la noción del tiempo.

Ya debía saber que estaba sufriendo o que me ocurría algo.

¿¡Por qué no se asustaba ni se preocupaba!? ¡Espabila, joder!

 En mi interior comencé a revolverme, como si fuera un perro desesperado rascando una puerta. La angustia comenzó a invadirme el cuerpo y mi alma se retorcía como un paño de cocina sucio al ser escurrido. El miedo me desgarraba como un frío pinchazo agudo que nacía a la izquierda del pecho y moría en la garganta, quedándose atrapado entre todos los gritos mudos de desesperación que me rasgaban de dolor. Estaba implosionando, rompiéndome en mil pedazos y sin embargo, mi cuerpo inmóvil enjaulaba mi angustia como si fuera una caja negra, dura, fría e inmóvil.

Él me acariciaba el pelo mientras miraba a la chimenea.

Oí un ruido desde el recibidor, como un golpe contra el suelo.

En mi cabeza solo retumbaban las súplicas: ‘’Celia, por favor… por favor… por favor… Celia, por favor, sácame de aquí, por favor, Celia…’’

Carlos se me acercó al oído. ‘’¿Sientes el frío? ’’.

Sentí cómo la puerta se entreabrió ligeramente, pero el sofá solo le dejaría ver mis pies.

Volvió a abrir la puerta, haciendo más ruido, y Carlos la miró sonriente, diciendo que ya iba.

‘’Celia, por favor, no estoy dormida, ven, acércate, ¡ACÉRCATE!, ¡SE ME ESTÁN SECANDO LOS PUTOS OJOS DE NO PODER NI PESTAÑEAR, VEN! ¡ASÓMATE, DESPÍDETE DE MÍ, ESTE PSICÓPATA SABE LO QUE ME PASA!’’

Carlos se levantó y me tapó con una manta. Mi desesperación por vivir solo consiguió que lanzara una última despedida con un movimiento torpe y fugaz del dedo pulgar de mi pie.

  Se agachó y se acercó a mi cara. ‘’Ahora te toca a ti pasar por lo que he pasado yo’’.

Lo último que oí fue un portazo. Y yo me quedé sola, en la penumbra, esperando.

***

La cuestión era hacer un trabajo discreto y calculado.

Entre las cosas que Isabel quería hacer, estaba ir a un restaurante japonés.

Las llevaría a ese restaurante con no sé cuántas estrellas Michelín. Isabel siempre ha sido fan de probar platos exóticos, así que no dudaría en probar el pez globo. Algo estúpido, por su parte, pero la conozco bien. Un corte mal hecho y  mortífero veneno cala en la carne del animal. Todos saben a qué se enfrentan al comer esta bestia. ¿Quién sospecharía de mí, sino de un descuido fatal del chef?

Tetrodotoxina. Su horrible nombre hacía honra a sus efectos. Y el veneno había caído en mis manos gracias a un viejo conocido mío que se movía por debajo de la cuerda de lo legal.

Solo tendría que echar una pequeña cantidad en su salsa de soja. Y antes de que comenzaran los efectos tendríamos que salir de allí con prisa. Isabel odiaba las películas de acción y se negaría rotundamente a venir. Celia tenía exámenes la semana que viene pero no podría decir que no a acompañarme al cine. Ya tendríamos una motivación para llegar pronto a casa.

Y todo salió como estaba previsto.  Isabel se sentó en el sofá sin saber lo que le esperaba. Cuando vi cómo comenzaba a congelarse sentí una inmensa satisfacción. Ella no podía gesticular palabra pero podía oír su desesperación atrapada dentro de su ser golpeando las paredes de sus entrañas.

Dejé todo por ella. Y esa puta se fue a buscar calor en otras manos. Me engañó y  se fue con ese tal ‘’reunión’’, ‘’compras, ‘’viaje de trabajo’’… Se quedó conmigo pero habían pasado ya muchos años desde que se había ido y no tuvo el valor de decírmelo. Y yo solo aguanté  vivir esa mentira por Celia. 

Tantos años atrapado en ese bucle de engaños, egoísmo e hipocresía, sintiendo frío cada día, pareciendo que yo permanecía en estado de ignorancia, con un gesto inescrutable que ocultaba cómo me quebraba por dentro, como si el dolor fuera el revoloteo desesperado de mil pájaros negros encerrados en mi jaula torácica.

Ahora tú, ¡TÚ! Tú vas a pasar por eso. Tú vas a despedazarte, querer explotar y lanzar un grito de auxilio.  Pero no vas a poder.


Y se te va a parar el corazón, como hizo el mío. 

Lucía Llorente Zubiri

3 comentarios :

  1. La parte del padre me parece brutal, transmitiendo con mucha fuerza su odio, su rencor, el dolor guardado durante tantos años en que sientes que todo lo construido carece de sentido. Sin duda, está mucho más trabajado que el anterior y eso se nota, porque el personaje se siente y mueve de modo creíble, vivo y dolorosamente perverso. O, mejor dicho, dolorosamente destruido.

    Los otros dos personajes, sin embargo, son más flojos. La hija realmente no sabemos demasiado de ella, ni personalidad ni motivaciones ni nada, y en realidad pasa por la historia sin aportarle demasiado. La madre si que le aporta, y por momentos es muy buena, especialmente la desesperación final que lleva el estar bloqueada en su propio cuerpo. Sin embargo, otros momentos son más flojos, e incluso pasa por encima de cosas importantes sin realmente dar detalles sobre ellas (¿por qué se rindió con el matrimonio?).

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    1. Gracias por los consejos. La verdad es que a veces me da vértigo describir todo demasiado por no perder el hilo de la historia y acaban saliéndome cosas que podrían darme mucho más juego. Voy a reescribir este relato ;-)

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    2. No creo que haga falta reescribirlo ni mucho menos, al contrario. Es bueno dejar las cosas como estaban, para poder volver la vista atrás y ver lo que hemos cambiado con el tiempo. :)

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