domingo, 9 de noviembre de 2014
Fantasmas del Pasado
Práctica 2; Mal de la
hoja en blanco. Palabras aleatorias.
Han pasado muchos años desde los
eventos de aquella fatídica noche, pero la recuerdo como si hubiera sido ayer.
¿Quien se hubiera imaginado que algo así pudiera pasar? ¡Si teníamos todo
controlado! Pero, en cualquier momento, el destino se interpone, como una piraña
ansiosa de devorar los sueños y esperanzas. Bueno y, en nuestro caso, nuestros
planes.
Todo por un melocotón, un simple e
inofensivo fruto colocado sobre la mesa de aquella sacristía. Quizás entramos
demasiado pronto en la iglesia, deberíamos haber esperado hasta la madrugada,
pero si nos movíamos rápido podíamos colocar los bienes esa misma noche,
mientras aún estaban calientes, y alejar el rastro de la poli de nosotros. Era
un buen plan, sencillo, infalible. Nadie debía estar allí a esas horas, y a
nadie vimos de hecho mientras profanábamos aquel santo lugar y corríamos al
relicario. Si, aquel cáliz debía valer un buen pellizco en las manos del comprador
que habíamos encontrado, era una buena noche.
Y, entonces, todo se fue a la
mierda. Así de fácil. En un momento estábamos relamiéndonos mientras
comentábamos en bajo lo tirado que había estado forzar la cerradura y entrar, y
al siguiente había una monja de pie en la entrada de la sacristía, pálida por
la sorpresa. Un mar de blanco y negro, con un pequeño tono naranja amelocotonado
en su mano. Si, esa era su cena, se la había olvidado y había regresado a por
ella.
Todo el plan estaba destrozado,
ahora había una testigo. Enrique sacó la pistola de su bolsillo y encañonó a la
mujer, pero yo creo que temblaba más su mano que la propia monja. Intenté
imponer orden, ¡lo juro por lo más querido!, pero la cosa se iba de madre
rápidamente. Ella nos decía que no diría nada a nadie, que nos fuésemos, que se
callaría... pero Juan tenía miedo, lo notaba en su voz, y no dejaba de repetir
que aquello era un cabo suelto, y eso le habían enseñado que siempre era malo.
Que los cabos sueltos había que cortarlos. Enrique no tenía tantas luces, sólo
necesitaba una excusa para exorcizar su miedo.
Y lo hizo de la única forma que sabía.
El estampido del disparo resonó en
toda la iglesia como un trueno del Juicio Final, señalando el comienzo del fin.
El chorro de rojo salpicó el negro de la túnica de la mujer mientras, a cámara
lenta, se caía hacia atrás en silencio. Tardó un siglo, un milenio, una eternidad
en desplomarse y, cuando finalmente llegó al suelo, se hizo un silencio
incómodo. Nos miramos, sorprendidos, aterrorizados, aturdidos... ¡Pero si el
plan era infalible! Un robo sencillo, entrar y salir, nadie saldría herido,
sólo la Iglesia un poco más pobre... ¿cómo había ahora un cadáver?
El melocotón se deslizó lentamente
hasta mi lado.
El resto, como se dice
habitualmente, es historia. Salimos corriendo, colocamos los bienes en el
perista pero este nos acabó delatando a la pasma. El juicio fue rápido y,
mientras la taquígrafa tecleaba los testimonios en el ordenador, yo sabía que
mi vida había tocado fondo. De esta no salía indemne. En mi turno en el estrado
debí sonar convincente, o quizás simplemente mis compañeros sonaron más
culpables que yo. Fuera como fuese, me cayeron sólo cinco años como cómplice
involuntario de asesinato. No es mucho para lo ocurrido en aquella iglesia.
Pero lo que la sentencia no dice
es que me cayó también una vida entera de remordimientos, de pesadillas, de
locura. Cada vez que cierro los ojos, aún puedo ver ese melocotón rodando hacia
mi, de un naranja brillante... pero con un rojo aún más vivo encima.
Costán Sequeiros Bruna
Palabras usadas: PIRAÑA, MELOCOTÓN, MONJA, DISPARO
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Mi más sincera enhorabuena. Un relato ingenioso, original y muy bien construido. De hecho has conseguido desmotivarme mazo (ahora pienso que mis relatos son una jodida castaña en comparación). Pero al César lo que es del César, un relato simplemente cojonudo. De hecho has conseguido que me imagine al melocotón rodando hacia mí en formato pesadilla :)
ResponderEliminarDe nuevo felicidades y es un placer leer relatos como éste.
Muchas gracias, ¡pero nada de desmotivarse! Que aquí estamos todos para aprender y no se aprende sin práctica. :) ¡Así que, a por el tuyo! :D
EliminarJoder, has conseguido algo que no sé si alguien más logrará: Has creado un relato BASADO en las palabras centrales: MELOCOTÓN, MONJA y DISPARO. Cuando lo leo, veo claramente el cuadro que pintas, en el que estas palabras, simbolizadas y exprimidas con maestría, son conducidas de un lado a otro de la acción, empapando lo que sucede constantemente.
ResponderEliminarCon el tema de la PIRAÑA ya era demasiado difícil hacer lo mismo, pero la has incluido también con precisión. La única crítica para que fuera redondo sería esa: que al menos a mí la PIRAÑA en ese cuadro que has pintado no me aparece, quizá un poquito más de insistencia con la palabra (al final, por ejemplo) le habría dado más importancia. ¡Ojo que te digo esto por sacarte alguna pega! Realmente el trabajo de representación que has hecho es magnífico.
Has conseguido que quien lo lee pueda decir sin miedo: "Este relato trata de una monja, un disparo y un melocotón" sin que resulte estúpido, y eso no lo puede hacer todo el mundo. Enhorabuena.
¡Gracias! :)
EliminarLo cierto es que dispersos por el texto están los ocho términos que había que usar. Originalmente quería hacerlos centrales todos, pero me di cuenta de que en un texto de esta extensión era poco viable hacer que todos fueran importantes y los fui introduciendo de modo más suave destacando sólo unos pocos al final.
De hecho, usé una herramienta con este relato que uso cuando escribo sociología pero nunca había usado al escribir ficción: hacer un guión esquemático. Una vez tenía la idea básica (un atraco que sale mal en una iglesia), fui ordenando en un word las ocho palabras en el orden que irían saliendo, con una breve nota sobre la forma en que serían introducidas. Y, de hecho, cuando acabé la primera vez me di cuenta de que "piraña" se me había quedado en el tintero.
Probablemente, debería haber hecho caso a ese orden, y haberla dejado fuera... pero me pudo el reto y la tentación, y es cierto que queda demasiado forzada. No se me había ocurrido retomarla al final para darle más consistencia, como ocurre con el melocotón, se me escapó por completo y me parece una idea magnífica. ¡Me la apunto!
Impresionante
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