martes, 18 de noviembre de 2014
Suavidades
Práctica 2; Mal de la hoja en blanco. Palabras aleatorias
Supongo que debería haberlo visto venir. Que cuando alguien
te tiende una hoja de papel manuscrito –échale un vistazo y dime qué te parece-y
se apoya en la mesa vecina fingiendo escribir en el móvil hay una trampa para
ratones dispuesta a saltar. Y esta hoja que me has puesto en la mano apesta a
queso.
Me imagino que sigues intentando parecer casual, pero se te
ha apagado la pantalla del móvil y hace 30 segundos que tu pantomima de
qué-pesados-son-con-los-grupos-de-whatsapp dejó de ser convincente. Me lanzas una mirada de reojo, primero al
capuccino que me he llevado a los labios por primera vez, después a la página
garabateada de tinta azul que aún tengo entre los dedos. Y me he quedado sin
excusas, así que de mala gana desvío los ojos al papel y empiezo a leer.
Tengo que reconocer que al principio estoy gratamente
sorprendido. Y mira que me cuesta lidiar con cualquier tipo de poesía que no
huela a sábanas arrugadas. Pero te lo has montado bien, con esos versos que son
todo viejos compases y caderas redondeadas. Aunque, como todo lo bueno en la
vida, no dura mucho. “bajo la camisa eres cálida y suave como un melocotón”.
Además de destrozar la métrica de un disparo –en la entrepierna, diría- te has
lucido en originalidad. Suave como un melocotón. La comparación más manida de
la lengua de Cervantes.
Pero no puedo culparte. A todas luces eres de esa otra
generación que no ha sabido ver la suavidad más que entre los muslos de la
compañera de butaca en el cine. Quizá no te has fijado en el modo en que aquel
abuelo hace una pausa en mitad de su
historia favorita y cierra los ojos para intentar atrapar ese recuerdo tan
escurridizo. O la forma en que nuestra vecina de mesa endereza a su bebé y lo
coloca en los brazos del marido aterrorizado, papá primerizo, y le dice que lo
está haciendo muy bien, que ya lo tiene, que al bebé le gusta. Suave. Suave.
Suave.
El capuccino se me ha quedado frío y hace rato que he
acabado con este puñado de versos mal medidos. En el momento que me ves
levantar los ojos del papel te acercas, presa de la ansiedad, y me preguntas
que qué me ha parecido. Esa última frase, el tuteo, acaba por cabrearme. Te
planto el capuccino helado en las manos y te digo que se lo pasaré a mi editora
para que lo lea – y se ría un rato, añado para mis adentros- y que ya te llamará.
Tópico por tópico. Esbozo mi mejor sonrisa de lobo y me doy media vuelta antes
de que se te ocurra alguna manera de insistir, aunque no lo creo, porque tenías
pinta de estar en shock. Que supongo que podría haberte dicho las cosas de otra
manera… pero bueno, yo de suavidades no entiendo.
Ainara
Palabras usadas:
MELOCOTÓN, DISPARO, RECUERDO, CONVINCENTE.
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Creo que me duele un poco la actitud de la protagonista porque me siento identificado con el pobre poeta (sobretodo en torpeza).
ResponderEliminarMe parece que lo único que no me gusta es que siendo un texto que trata sobre suavidades (y se nota mas en la segunda lectura) la parte del anciano. Una historia de un anciano no suele ser suave, no veo la relación con el resto del texto, lo siento. Mientras que la espuma del capuchino si que habría sido una buena comparativa.
Por lo demás buena historia
Me ha gustado, directo, tranquilo, pausado y, sin embargo, consigues construir un buen cuadro que pinta claramente las personalidades de los dos personajes. Pequeños detalles aquí y allí van construyendo el cuadro del cínico y del inocente, del joven ilusionado pero poco talentoso y el viejo aburrido de hacer lo mismo tantas veces. Y es un cuadro potente, la verdad.
ResponderEliminarComo crítica, creo que la principal estaría en una cuestión de historia. Al final, no acaba pasando realmente nada "digno de contar", simplemente se rechaza un proyecto más y se destruye las ilusiones de un crío. Y el estilo distante de contar (al fin y al cabo, narra la cara aburrida de la moneda) transmite muy bien al personaje narrador pero hace que la historia parezca "menos" que si la narrase el lado ilusionado cuya vida realmente se va a ver truncada/afectada por esta escena. Creo que, quizás, habría venido bien que el protagonista fuese el joven, o aprovechar para narrar por qué el viejo ha llegado a su cinismo actual.
Plasmas perfectamente la hipocresía que tienen algunos críticos al hacer sus juicios, y a la vez, la ingenuidad y la pobreza de visión de muchos jóvenes. Ha sido agradable y relajante. Enhorabuena.
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