domingo, 16 de noviembre de 2014

Práctica 2; Mal de la hoja en blanco. Palabras aleatorias.

2 comentarios :
  Práctica 2; Mal de la hoja en blanco. Palabras aleatorias.

“¿Quién es?” preguntó la voz electrónica del telefonillo.

“Telepizza.” respondió Jake con convicción.

“No, te has equivocado.” dijo la mujer al otro lado del aparato.

“Oh, vaya. Discúlpeme señora pero, ¿podría abrirme? Creo que a sus vecinos no les funciona el telefonillo.”

La mujer pareció titubear un instante. Jake mostró su cara más desconcertada, consciente de que le estaban observando a través de la cámara del telefonillo. Ya estaba preguntándose cual sería la siguiente casa donde intentaría llamar cuando escuchó el ronco sonido electrónico de la cerradura al abrirse. Esbozando su sonrisa más encantadora, se tocó la visera de la gorra roja que llevaba puesta y dio las gracias. En cuanto entró en el portal las sombras le engulleron. Buscó rápidamente hasta que encontró un corto pasillo que daba al cuarto de las basuras. Miró a ambos lados. Nadie. Agudizó el oído. Tampoco se oía nada especial. Empujó. Estaba abierta. La sala que había al otro lado olía fuertemente a basura, aunque hacía rato que la habían recogido, y en la oscuridad pudo ver el contorno de los cubos apoyados contra la pared.

Rápidamente, Jake se quitó la gorra y el abrigo y los escondió detrás de uno de los contenedores. Acto seguido abrió la bolsa térmica y buscó en su interior hasta que encontró lo que buscaba; un cinturón con una Glock, unos grilletes y varias fundas donde llevaba un pendrive, unas ganzúas y otros utensilios de trabajo. En cuanto se colocó el grueso cinturón, escondió la funda junto al resto de su disfraz y salió de vuelta al rellano. Seguía a oscuras y estaba silencioso, salvo por el sonido amortiguado que provenía de las puertas cerradas de las casas.

Procurando no hacer ningún ruido, voló escaleras arriba hasta que llegó al piso donde debía ir. Miró rápidamente a su alrededor. No había nadie pero no podía confiar en que no le pudiesen ver a través de las mirillas de las puertas. Confió en que sus ropajes oscuros le camuflasen en la penumbra. En cuanto llegó frente a la puerta del segundo A, se arrodilló y estudió rápidamente la cerradura. Poca cosa, no era una puerta blindada sino una de aquellas hojas de papel del Madrid de los cincuenta. No le costaría demasiado abrirla.

De una de las fundas sacó un set de ganzúas y rebuscó, poniendo todo el cuidado del mundo en que no tintineasen, hasta que encontró la que quería. Envolvió el resto de ellas con un pañuelo y comenzó a trabajar sobre la cerradura. Los segundos pasaban y el crujido leve del metal sobre los engranajes comenzaba a ponerlo nervioso. Era improbable que le oyesen pero no podía evitar sentir como si unos ojos estuviesen fijos en su nuca. O quizás algo peor.

“¡GOOOOL!”

El grito amortiguado por las paredes le sobresaltó y el llavero con ganzuas cayó de sus manos. Sólo el pañuelo evitó que montase un escándalo. Con el corazón latiendo a toda velocidad, Jake recogió rápidamente sus herramientas y siguió trabajando en la cerradura. Escuchó como los engranajes iban encajando de uno en uno, unos pequeños muelles que sujetaban unos bolardos diminutos. Finalmente, con un chasquido que resonó en el silencio como un disparo, la cerradura cedió y la puerta se abrió lentamente hacia el interior. Jake se escurrió rápidamente por ella y cerró tras de sí. Jadeando, se tomó unos segundos para apoyar su espalda contra la fría madera. Aún notaba como su corazón palpitaba contra su pecho, pero era consciente de que no podía demorarse mucho. Si le pillaban, habría problemas.

Sin perder un segundo, Jake dejó atrás la entrada de la vivienda y cruzó un largo pasillo flanqueado por puertas de madera. Echó un vistazo en cada una de las habitaciones hasta que encontró la que buscaba, un despacho donde había varias estanterías llenas de libros, un escritorio de maderas nobles, una cómoda silla negra y un ordenador. Avanzó hasta el aparato y lo encendió. Como era de esperar, el maldito cacharro era lento como él solo. Los segundos se convirtieron en minutos. Los minutos le parecieron horas y aquella sensación desagradable en su nuca no desapareció.

Finalmente, el sistema operativo, Windows, como no, terminó de cargar y Jake se puso manos a la obra. Lo primero que hizo fue introducir el pincho en una de las ranuras USB. Lo intentó una vez. No encajó. Lo intentó una segunda vez tras voltearlo. Siguió sin encajar. Empezó a maldecir en su mente y volvió a girarlo. Finalmente, encajó y el sistema operativo, con su parsimonia habitual, empezó a cargar los archivos de instalación del dispositivo USB. Jake no perdió el tiempo, necesitaba encontrar rápidamente alguna prueba lo suficientemente convicente que enseñar a sus superiores. Tenían que demostrar que aquel hombre era mucho más de lo que su acomodada vida de mileurista parecía indicar.

Lo primero que hizo fue meterse en internet y buscó en las páginas de correo electrónico más reconocidas. Hotmail. Gmail. Yahoo, entre otras. No le sorprendió darse cuenta de que las contraseñas estaban guardadas. La gente solía caer por despistes así de absurdos, se dijo con una sonrisa de satisfacción. Tras revisar rápidamente los correos encontró lo que buscaba. Un montón de pruebas que le vinculaban con altos cargos del gobierno imputados por corrupción. Hizo copias y los trasladó rápidamente a su dispositivo. En cuanto terminó, Jake apagó el aparato, sacó su pendrive de la ranura, y salió de la vivienda. Lo peor de todo era que, la sensación de que alguien le había estado observando, no cesó en ningún momento. Seguramente eran paranoias suyas. Siempre que salía de misión se ponía muy nervioso.

DNH

                  Palabras usadas: DISPARO, ENSEÑAR, ORDENADOR, CONVINCENTE.

2 comentarios :

  1. Creo que lo que más me ha gustado del relato es lo bien que has introducido las distintas palabras en el fluir del texto. Aunque conscientemente las iba buscando, casi desaparecen de lo bien usadas que están, encajando en la narrativa de lo que está ocurriendo de forma suave y precisa. Y eso es un logro que no me parece nada fácil de lograr, y que le dan a todo el texto un empaque y un empuje muy notable porque la historia logra tomar la prioridad por encima de las palabras.

    Como críticas, tengo dos. Por un lado, el protagonista está poco esbozado... ¿por qué siente que le vigilan? ¿Para quien trabaja que quiere pruebas obtenidas ilegalmente? ¿Es su primer trabajo o es un veterano? Parece nervioso, así que muy veterano no debe ser, pero el protagonista desaparece un poco bajo el peso de la historia. Y lo mismo con la historia, ¿por qué importa el mileurista? ¿Qué hay en el mail?

    La segunda va un poco en la línea de la forma en que está narrado. Hay un cierto distanciamiento entre la voz narradora de lo que ocurre y lo que pasa, lo cual da un poco la sensación de frialdad en la historia. Al menos a mi, momentos como la caída de las llaves no me provocaron la tensión que le correspondía al momento, y todo fluye en general demasiado sin incidentes como para generar un poco de ambiente "thriller" que tan bien le vendría al relato. Quizás alguna oposición más seria podría haber logrado esa sensación de peligro.

    Con todo, el relato está muy bien, no dejes que estas dos críticas te hagan dudar de ello. Consigue muy bien narrar lo que ocurre y transmitir esa suavidad de una prosa fluida que tan difícil es de conseguir.

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    1. Estoy muy de acuerdo con las críticas. No conseguí la tensión que buscaba ni el desarrollo del personaje, aunque 1000 palabras no me dieron para mucho más. En sí, no ha sido lo mejor que he hecho, pero fue un ejercicio muy interesante el intentar meter esas palabras en la prosa sin que la rompiesen o pareciesen forzadas.

      Muchas gracias por tus opiniones. Me han resultado muy útiles. :)

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