jueves, 27 de noviembre de 2014

Humo y Espejos

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Práctica 3; La importancia de los personajes y sus puntos de vista.

Era difícil imaginar que el destino de Occidente dependía de aquella reunión en aquel bar mugroso y perdido. Que el futuro del mundo libre pasaba porque fuese capaz de colar aquel farol, de haber atado todo correctamente. Pero Trevor Williams estaba tranquilo, o todo lo tranquilo que se puede estar en territorio enemigo, en una noche desapacible, con un hostil sentado del otro lado de la mesa y un fanático al lado. Si, muy tranquilo... al menos conseguía que su voz no temblase y sonase firme. Era todo parte del Baile, al fin y al cabo.
Ante él estaba el germano, Wolfram Gundersson, de antepasados nórdicos y actualmente al servicio de la Stasi; era el hombre que iba a aceptar el maletín con dinero que había entre ambos, a cambio de que Aiden Brady cruzase el Muro y se convirtiese en un agente doble: supuestamente un informante para la Stasi convencido de las virtudes de unirse al bloque soviético para avanzar la Causa Irlandesa, mientras que en realidad informaría a los demócratas a través del propio Williams.
-Entonces, cuando Aiden esté a salvo y seguro en su nueva posición, os mandaremos los pasaportes. Primero para tu esposa e hija, que podrán cruzar el Muro a salvo y vivir una vida mejor y más libre. A ti te necesitaremos más tiempo de ese lado para asegurar la posición de nuestro agente, pero tan pronto las cosas se pongan calientes, te extraeremos con celeridad, eres demasiado valioso.-
Menuda cantidad de mierda. Cuando Wolfram dejase de ser útil, lo dejarían pudrirse en una celda alemana, o quizás incluso soviética. Entonces ya daría igual, la CIA ya no tendría uso para él.

Del otro lado de la mesa estaba Albrecht Müller, un hombre como tantos otros de los que había en el interior de la Stasi. Un hombre con miedo, un hombre al que le apretaban los tornillos y le vigilaban de cerca. Y no sin razón, todo sea dicho. Fumaba nervioso su pitillo, agarrándolo como si fuese su único vínculo con el mundo soviético que trataba de abandonar. Era necesario.
No era el hombre más honesto, pero tampoco el más corrupto. En una organización plagada de puñaladas por la espalda, secretos, corrupción y abusos, él sólo era uno más entre muchos. Sin embargo, desde hacía poco su nuevo jefe quería quitárselo de en medio para subir a su nuevo protegido, un advenedizo que creía que sabía más de lo que su escasa experiencia realmente le permitía pero que probablemente le fuese ciegamente leal a su superior... hasta que llegase el momento de la traición, claro, marca de la casa en la que todos trabajaban.
Así que a Albrecht sólo le quedaba una opción: coger la identidad falsa que se había creado para cuando las cosas se torciesen del todo y venderse al enemigo. Si, sólo quedaba la huida hacia adelante, sacar a su familia fuera del Muro y tratar de seguirlos tan pronto pudiese. Llevaba en el Juego el tiempo suficiente como para saber que los americanos le dejarían tirado tan pronto pudiesen y que el agente doble que iba a introducir probablemente causase muchos daños a quienes habían sido los suyos toda su vida, quienes se suponía que quería y protegía... pero no había opción. Era eso o acabar tirado en un callejón con una bala en la nuca, una bala fabricada en la RDA, a la cual había jurado proteger.
-Entonces Herr Brady- dijo, con su marcado acento alemán-, ¿es un militante del IRA? ¿Un verdadero enemigo de los británicos? Eso se lo puedo vender a mis superiores, si. ¿Están los mil dólares en el maletín, como quedamos? Necesitaré ese dinero para untar algunas junturas burocráticas y conseguir que se tramite con rapidez, Herr Jones.
Si, pero también para nutrir su propio colchón para cuando la lluvia que asolaba Berlín aquella noche se transformase en aguacero. Y probablemente no tardase mucho. Bastante le había costado ya conseguir que sus compañeros ignorasen aquella reunión, una buena cantidad de dólares (cada vez preferían más la moneda americana a la propia, señal del cambio de los tiempos) para conseguir esta hora de reunión a salvo. ¿Dónde había quedado el espíritu y la patria? Desde luego, Marx, Lenin y Stalin habían muerto.

Quizás debería haber empezado por decir que Trevor Williams no era el nombre que aquel viejo agente de la CIA estaba usando. Aquella noche él era Richard Jones, oficialmente un simple empresario británico afiliado indirectamente al MI-5 británico. Era la trampa clásica, pero para eso estaban los primos... y en el Baile, los británicos a menudo actuaban como primos ante los intereses americanos.
Richard echó un vistazo al joven apasionado que tenía sentado a su derecha, mientras echaba otra calada a su pitillo, un buen Winston, único toque que debía decirle al alemán que en realidad representaba a la CIA. Ambos llevaban tiempo bailando, era innegable que el otro cogería el detalle al vuelo, como Trevor había descubierto pronto que el germano se había traído a dos compañeros, que bebían tranquilamente cerveza en una posición alejada, tratando de disimular que prestaban más atención a esta mesa que a su propia conversación.
-En efecto, Brady quiere servir a la independencia de su país frente a los opresores ingleses. Es un ferviente de la causa y nosotros creemos que mejor fuera del territorio británico, aún cuando con vosotros pueda causarnos daños menores. No tendrán problema tus superiores en comprobar estos hechos, porque son la verdad.-
Qué termino más complicado era ese: verdad. La verdad de Wolfram era que sus jefes lo presionaban y necesitaba una salida adelante, la verdad de Brady era que el propio IRA lo consideraba peligroso y lo necesitaba fuera. Esta reunión no era resultado del azar, no, sino de una larga y planificada operación que había puesto muchos peones en marcha desde hacía meses, con muchas más personas involucradas de las que Richard realmente conocería jamás: los del servicio de inteligencia francés que habían filtrado los datos de la corrupción de Wolfram a un superior ambicioso, los terroristas vascos que habían convencido a sus compañeros irlandeses de hacer un negocio juntos a cambio de delatar a uno prescindible de los suyos, los británicos que habían actuado como intermediarios de los encuentros con Brady... una larga coreografía de Baile que llevaban a aquel gastado bar localizado en territorio soviético, donde el faro de la libertad iba a introducir el agente que permitiría derribar el inestable gobierno de la RDA.

Brady era el único que no estaba nervioso en ese encuentro. Claro que tenía miedo, ¿quien no lo tendría en su situación? Ser un agente de un servicio de inteligencia no era pequeña cosa, pero que aún por encima lo sacasen a uno de su propio país y lo introdujesen en otro para actuar como agente doble en territorio enemigo, con una sentencia de muerte sobre su cabeza... bueno, cualquiera tendría miedo en esa situación.
Pero lograr un país libre e independiente requería sacrificios y si debía jugar con unos y otros, lo haría. Sólo así podría destruir la opresión británica y americana, pues con bonitas palabras en las calles de Belfast no se conseguía nada.
Si, Brady tenía miedo, pero sobretodo tenía mucha adrenalina en su sangre y un objetivo claro: informar, porque de ese modo destruiría a sus enemigos. Si, iba a morir en Berlín, probablemente en pocos meses, pero en el camino pondría las fichas en su sitio para que la causa última llevase a la victoria de su Patria.
-Man- dijo, introduciendo una palabra en inglés en el medio de su mal aprendido alemán-, soy de confiar. Me importan una mierda los problemas que tener vosotros, right? Yo aquí he venido por mis propios objetivos y eso ser lo que yo voy a conseguir. Vosotros me utilizáis, de acuerdo, pero yo quiero que consigas armas para un buen father de Belfast, él sabe a quien deben llegar. ¿Nos entender?-
Era sencillo, armas por información. En cuanto a Brady concernía, era algo directo y si había que ser un mártir por la Causa, lo sería.

Albrecht casi sacude la cabeza con impaciencia. ¿Acaso el irlandés no se daba cuenta de que los mayores están hablando? Odiaba a los fanáticos y Brady claramente lo era. Podía leer en sus ojos la falta de nerviosismo y cómo el miedo se sometía a la locura de sus objetivos. Había trabajado muchas veces con obsesos y siempre le molestaban pues eran incorruptibles: los sobornos y los tratos no funcionaban con ellos como habrían hecho con cualquier otro. Pero este había sido engañado bien por los americanos, que habían conseguido que jugase a dos bandas en un juego donde sólo iba a perder.
El germano escuchó el mal alemán del irlandés disimulando una sonrisa. Llevaba mucho tiempo en el Juego, como el americano, y Brady no lo llevaba. Era demasiado joven, inocente, apasionado e idealista. Sería un buen peón que colar a su superior, suficiente como para ganar el tiempo que necesitaba y los pasaportes como para asegurar la salida de su familia. Probablemente el irlandés no sobreviviese a su propia huida, pero Albrecht había estado en Münich durante la Guerra y había visto a mucha gente morir... un irlandés más no importaba. Era sólo un peón devorado en el tablero a cambio de poder salir del horror y del miedo.
-Conseguirte las armas no será complicado, Herr Brady. Tenemos Kalashnikovs que podemos enviar por submarino a la costa irlandesa sin ningún problema, así como explosivos. Y seguro que a los británicos les encantará descubrir que el IRA tiene conexiones con el KGB. Les meterá miedo, avanzará vuestra causa y podréis hacerles daño de verdad.-
Si alimentaba su fanatismo conseguiría un animal a su servicio, sin lugar a dudas. Como un doberman rabioso, sólo hacía falta apuntarlo en la dirección correcta y saltaría sobre la presa deseada. Y podía ver cómo el irlandés se relamía ante la imagen de tener explosivos para hacer saltar por los aires los cuarteles de los bobbies, o incluso el Parlamento como había intentado hacer Guy Fawkes. Su pequeña revolución roja personal.

Pausa, tenía que jugar sus cartas con cuidado, demasiado estaba en juego esta noche. Aunque fuera empezase a tronar, Williams tenía que mantener la cabeza fría. El irlandés era un loco, como todos los irlandeses, y si bien era un peón útil lo último que necesitaba era que la Stasi realmente comenzase a armar al IRA. Aunque podía ver el juego de Wolfram frente a él, también veía el peligro que suponía... lo último que necesitaban era un idealista desbocado, siempre va mal para los negocios.
-Vayamos paso por paso, Wolfram. Primero, aquí tienes el dinero, introdúcelo en los círculos apropiados, que conozca a la gente que necesite y, a partir de ahí, que comience a informar. Entonces tendrás más dinero, los pasaportes y el coche que os pueda llevar a través del Muro con éxito. Paso a paso, las armas para los irlandeses cuando llegue el momento en que haya que verificar su tapadera.-
Atrae las riendas, juega con la zanahoria, amenaza y castiga si hace falta. El viejo Baile que todos danzaban desde hacía años pero, al final, lo único que importaba era quien bailaba mejor. Y claramente los dos compañeros de Wolfram tenían armas bajo sus abrigos, mientras que el propio Williams no iba armado... en cuanto a Brady, irlandés y cabezacaliente, en un bar podría estallar buscando una pelea en cualquier momento, había que danzar con cuidado. Que Wolfram no lo lanzase contra los intereses americanos tratando de anotarse un punto con sus superiores... no encajaría con la personalidad del alemán tal como lo habían analizado en Langley, pero cuando alguien era llevado contra la pared la desesperación hacía milagros.

¿Un retraso en las armas? Estos querían jugársela. Brady flexionó los dedos de la mano, demasiadas peleas y luchas habían llevado su vida hasta aquí como para dejar que sus planes se desmoronasen, y los callos y rascazos en los nudillos probaban que él nunca se echaba atrás. Pero necesitaba paciencia, esta gente creía que sabía lo que hacían y, de momento, le iban a dar lo que quería. Ya habría tiempo de partir unas cuantas caras, por deporte simplemente, más adelante.

-Correcto, Herr Jones, dejaremos las armas para un segundo paso, si a nuestro nuevo amigo le parece correcto.-
Mucho tiempo en el Juego, Albrecht sabía que debía hacerle ver al irlandés que él era la pieza que controlaba su destino, sino acabaría jugando para los americanos antes de darle el tiempo que tanto necesitaba. Brady debía confiar más en Albrecht que en el agente de la CIA y, para eso, nada mejor que jugar con fuego. Un paso más en la huida hacia adelante.
-Además, no queremos que nuestros amigos americanos se enfaden con nosotros antes de que hagamos nuestros intercambios, ¿no, Herr Brady?- dijo, con una sonrisa ambigua mientras miraba a Jones directamente.

¡Mierda! Williams tenía las cosas bajo control, todo iba bien, ¿por qué revelar ahora que era un agente de la CIA en vez del MI-5 como creía Brady? Sin duda quería ganarse su favor dándole algo de información secreta, pero en manos de un irlandés loco todo podía salir por cualquier lado, y demasiadas cosas dependían de aquella noche.

-Right- dijo con una sonrisa abierta el irlandés-, pero no soy tan tonto como creer vosotros. Se que es americano desde que lo vi por vez primera, sólo un americano se despistaría y llevaría un hat bajo techo, no cuela como un agente de Su Majestad.-
No pudo evitar reírse ante la cara de sorpresa de ambos ante la respuesta. Duró sólo centésimas de segundo, era cierto, pero veía como los dos rápidamente pedían cartas nuevas al croupier al darse cuenta de que no era tan tonto como ellos creían. Si, le gustaba demostrarles que no sólo ellos eran listos.

Albrecht hubiese enarcado una ceja si hubiese podido permitirse una mínima expresión, y durante un segundo pensó en sacar el arma que llevaba oculta a su espalda. Su jugada no había salido como había esperado y se había quedado expuesto ante el americano por haber dado la pista y ante el irlandés por haberlo subestimado. ¿Qué más podía ocultar el del IRA?
No parecía que mucho más, simplemente quería sus armas y que no le tomasen el pelo. Quería que lo tuviesen en cuenta, que lo tratasen como un adulto en un Juego que le iba grande. Vale, eso podía arreglarse sin problemas, mejor jugar el resto del tiempo según el libro e irse camelando al irlandés con las semanas de contacto y trabajo juntos, lejos de la influencia perniciosa de los capitalistas. La idea de alcanzar el arma desapareció tan rápido como llegó, mientras observaba los cambios en el tablero de juego.

¿Un sombrero bajo techo? Los ingleses eran unos estirados, ¿tenían protocolos para eso? Sin duda en Texas no los tenían, mil veces había visto a su padre con sombrero en el rancho y su padre era todo un caballero chapado a la antigua. Siempre había odiado hacerse pasar por británico por la cantidad de reglas estúpidas que seguían y aquella vez parece que implicaría una complicación importante.
Pero el irlandés lo había sabido desde antes de coger el avión en Londres, de modo que las cosas tampoco cambiaban tanto. Sólo significaba que estaba dispuesto a pactar con el Diablo si hacía falta para avanzar su causa y que sabía bien el Baile en el que estaba metido. Casi mejor, eliminaba las dudas fruto de tener que implicar a inocentes. Si no era inocente mejor, al Tío Sam siempre le molestaba más destruir las vidas de quienes observaban el baile desde las sillas que las de aquellos que hacían sus pasos en la pista.
-Entonces todos estamos de acuerdo, ¿no? Brady se quedará aquí ya esta noche, dirás que ha cruzado el Muro y ha desertado guiado por tus acciones, que lo has convertido. Y a partir de aquí, a trabajar.-
Las piezas en su lugar, era el Rey del Baile.

Como siempre, los americanos tan pragmáticos, no apreciaban la sutileza de un pensamiento como el de Marx o Lenin, o los juegos filosóficos de Nietzsche o Heidegger. Siempre directos al grano, eso los hacía predecibles. Pero teniendo en cuenta que el irlandés era más imprevisible de lo esperado y que se impacientaba, casi mejor.
Ahora tocaba llevar a Brady al piso franco que le tenía preparado. Tras ello, dejaría el dinero en su alijo secreto para emergencias y se presentaría ante sus superiores para informar del éxito de su misión de subversión. Después sería hora de tirar de los hilos a dos bandas para conseguir lo que necesitaba y desaparecer antes de que todo explotase. No había más, en el mundo de corrupción y traición que era la Stasi, sólo quedaba tratar de retirarse con algunas ganancias antes de que la casa se llevase todo. Porque la casa siempre gana, ese es el Juego.
Así que, asintiendo, cogió el maletín y, con un gesto, esperó a que el americano abandonase el lugar. Que se creyese un ganador no importaba, él no jugaba para ganar, sólo para sobrevivir. Una semana más, una noche más, una hora más, un minuto más... lo que pudiese arañar a la muerte que, en estos momentos, respiraba demasiado cerca de su nuca. Su jefe, tendría que engañarlo con lo que hiciese falta para ganar ese tiempo antes de que lo sustituyesen... definitivamente.
Cuando Jones hubo abandonado el bar y se hubo adentrado en la noche, Albrecth se puso e pie y le indicó a Brady que le acompañase. Era hora de que conociese el lado oculto de Berlín Este.

Brady se puso en pie y siguió a Albrecht hacia la puerta. Todo había salido según lo previsto, tenía las armas para desestabilizar Gran Bretaña y la posición privilegiada para defender la Patria. Porque para Tovarich Igor Anayev, todo siempre había sido por política: por la única que importaba, el avance de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Era joven, si, pero jugaba mejor que el alemán y había engañado durante meses a los irlandeses para que creyesen que era uno de ellos. Bailaba mejor que el americano, consiguiendo que creyese que era estúpido y manipulable.

Pero un agente del KGB raramente es ni lo uno ni lo otro, un agente del KGB sólo es un espejo donde ves lo que quieres ver y tras el cual sólo hay humo en el viento.

Costán Sequeiros Bruna

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