lunes, 3 de noviembre de 2014
Lo que necesitas
Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.
-Lo que necesitas, es aceptar un maestro.- Me dijo
solemnemente, sentada enfrente de mí.
Llevábamos una hora hablando de nuestras vidas, de la mía
especialmente. Ser alumno de comunicación no verbal suponía más de lo que yo
había pensado en un primer momento. Suponía analizarse a uno mismo primero,
para así poder analizar a los demás.
-Eres más inteligente que sabio- Prosiguió, con ese aire de
gurú que tiene.
Pocas conversaciones con ella me impactaron tanto como esa
.Tenía que encontrar un maestro que me acercase a la sabiduría. Entendí que esa
era la moraleja de la tutoría, y pensé que probablemente del curso que estaba
realizando.
Admito el profundo dolor que me causo ser consciente del sentido
de sus palabras. Siempre me he considerado más inteligente que el resto de mis
compañeros; y como he tenido amigos mayores que yo, también me he considerado
más sabio que la media de mi generación. Pero no, de repente era consciente de
que no era así. Es duro aceptar la verdad, nunca lo había sido. Porque las
cosas no son, están siendo.
La vida siguió su curso. Las clases avanzaron, el año
académico llegaba a su fin y teníamos que presentar nuestros trabajos de final
de curso. Me sentía el alumno aventajado. Vini vidi vinci, pensé cuando
presente, junto a mi compañera, un trabajo que había realizado yo casi en su totalidad.
Lo veía perfecto, pero mi falta de sabiduría me volvió a traicionar. Hice
evidente en el momento de la exposición delante del tribunal, el hecho de que
mi compañera no había trabajado lo mismo que yo, y ese hecho hizo que nos
pusieran un 7 en vez del 9 que el trabajo merecía.
Pasaron los meses, y la búsqueda de ese maestro que me enseñase
la sabiduría no había cesado. La vida te sorprende cuando menos te lo esperas,
y así fue.
Por aquel entonces, yo trabajaba con mi madre, algo que no le
recomiendo a nadie. Yo intentaba ayudarla mientras ella me intentaba ayudar a mí.
Hay ayudas que es mejor no dar si no se piden, pero yo no lo sabía en aquel
momento. El tiempo fue pasando. Un día conversando con un señor que llevaba
unos años montando una empresa, surgió la posibilidad de que me imbuyese en su
proyecto. No lo dude dos veces, y tres semanas más tarde me llegaba un mensaje
al móvil de la seguridad social avisándome de que me habían dado de alta en mi
nuevo trabajo.
Una nueva etapa de mi vida aparecía ante mí. La ilusión que
sentí es indescriptible. Como cuando me mudé a vivir solo por primera vez. Un
folio en blanco se ponía delante de mí, y podía pintar en el cuadro que
quisiese. Quería uno que fuese lo más bonito posible, en el que se notase mi
personalidad, mi mejor yo.
Recuerdo el día que me di cuenta que aquel caballero, con
barba y gafas, me estaba dando la clave que tanto tiempo llevaba buscando.
-Lo que tu digas, jefe - Le respondí a no sé qué orden que
me dio.
-Por favor, no me llames así - Me respondió con un cierto
tono de pena en su voz.- No soy tu jefe. No es solo que no me gusta esa
palabra, es que quiero ser tu maestro.
El mundo se paralizo por unos segundos. Como en las
películas americanas, una secuencia de fotografías surcó mi cabeza hasta que
llegué a aquel despacho de mi antigua profesora. ¡Pum!
Una sonrisa se dibujo en mi cara.
-Lo que tú digas, maestro- Le conteste con cierto rin
tintín.
Pensé en aquel momento que yo era la persona más afortunada
del mundo, y que debía haber un alineamiento de planetas y estrellas sobre mi
signo del zodiaco. Todo era perfecto. Un trabajo nuevo, en un proyecto nuevo,
pero en mi ciudad de siempre, con mi chica de siempre, con mis amigos de
siempre, incluso mi puesto de trabajo estaba al lado de mi casa de siempre.
Para colmo, acababa de encontrar a alguien a quien no solo aceptaba
como maestro, sino que encima él quería serlo. Todo era perfecto.
-¿Por piensas que ella era perfecta?- Me pregunto un
reputado psicoterapeuta.
Otra vez me encontraba en un despacho teniendo una de esas
conversaciones que se te graban en la memoria a fuego. Días atrás había
descubierto que la que había sido mi novia durante años, quien se iba a
convertir en mi mujer, me había estado engañando durante mucho tiempo. Estaba
devastado. Aquella pregunta fue lo mejor que me pudo pasar en ese momento
.Aquella perfección era producto de una inteligencia muy poco sabia. No existe
lo perfecto y tenía que aceptarlo. Porque las cosas no son, están siendo.
Es muy duro aceptar la verdad.
Ahora me quedan pocas palabras para acabar este relato para
un taller de escritura creativa que se hace en una asociación de mi antigua
universidad. La vida no deja de sorprenderme.
Ahora, estoy enfrentándome a una nueva etapa de mi vida. Un
nuevo folio en blanco. Dejo el trabajo que tan perfecto me había parecido en el
pasado. Ya no vivo en la misma casa de siempre, mis amigos de toda la vida ya
no están en la ciudad y tengo una nueva relación de pareja. La vida siempre te
sorprende y la verdad es difícil de aceptar.
Me doy cuenta que no entendí bien el consejo que me daba mi
profesora. Porque maestros, hay muchos. Profesores, jefes, ex parejas,
familiares, o psicoterapeutas. Todos lo somos de alguna u otra forma. Lo
necesito es aceptar, aunque mi ignorancia escoja el camino de la soberbia que
se esconde detrás de todo lo que acabo de contar. Gracias a escribir este
relato, me doy cuenta de que esa soberbia me impedía aceptar, mejor dicho, me
impide aceptar.
Porque las cosas no son, están siendo. Ahora, solo puedo dar
las gracias.
Goodterra
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Me ha gustado mucho el estilo, con esas reflexiones filosóficas sobre la vida introducidas entre los elementos de la vida cotidiana del protagonista. Con esas repeticiones (lo de están siendo, el maestro, etc.) que hace que todo gire sobre si mismo mientras avanza, como una espiral hipnótica.
ResponderEliminarComo crítica, creo que hay que trabajar más el cambio de escena. El salto a la pregunta del psicólogo, por ejemplo, es de golpe, sin transiciones ni que haya sido mencionado ese personaje. Pero el resto también son transiciones un poco bruscas, no tanto probablemente, pero si un poco chocantes, como si viéramos la vida en fotogramas y faltasen unos pocos.