lunes, 3 de noviembre de 2014
Toc, toc, toc
Práctica 1; Escribe sobre lo que conoces. Ámbito académico.
Toc, toc, toc, toc. Sonido hueco
a través de una habitación aparentemente vacía.
- ¿Sigue sin estar en el
despacho?- me pregunté en voz alta. Con
la certeza de que no conseguiría escuchar nada, acerqué la oreja a la
superficie. Nada. Era ya la tercera vez que iba a intentar hablar con ella ese
día, y empezaba a ponerme de los nervios.
Mientras volvía a la cafetería un
cúmulo de ideas abordó mis pensamientos y me mantuvo ajena a las caras borrosas
y anónimas que se cruzaban en mi camino. ¿Qué más podía hacer? Lo sabían, iban
a por ella, y yo era la única que podía advertirle. ¿Y si ya lo habían hecho?
¿Y si le habían cogido? Un escalofrío me recorrió la espalda al pensar lo que
podrían estar haciéndole. Noté un empujón, y la despreocupada disculpa que le siguió
me devolvió a los pasillos de la facultad.
Era mediodía, lo que significaba
que la mayor parte de la actividad del edificio se concentraba en EL pasillo.
Por un momento pensé en contárselo a alguien, confesar lo que había hecho y
pedir ayuda para enmendar mi error, pero antes de acercarme a cualquier grupo
me arrepentí. No tenía valor siquiera para explicarlo. De pronto noté una mano
en la espalda.
- ¡Qué pasa Carol!- era un
graciosete de clase, Iván se llamaba, que no hacía más que bromear con todo el
mundo. Tenía la extraña sensación de que se creía admirado por todos. Vaya
perdedor.- No has ido a la última clase, ¿estás bien?
- ¿Pasaba lista?- pregunté
mecánicamente. No tenía intención ninguna de hablar con ese tipejo, y menos en
una situación como en la que me encontraba. Asintió con la cabeza.- Mierda,
bueno… ya recuperaré de alguna forma.
El bufón de Iván se echó a reír,
poniéndose dos dedos sobre los labios.
- ¿Te pasarás por su despacho a
hacerle un trabajito?
- Que te jodan.- y me di la
vuelta, centrándome de nuevo en mi Problema. ¿A quién se lo podía contar? A
individuos como aquél ya veía que no. Crucé el pasillo rodeada de humos y
voces, y saludé rápidamente a algunas chicas que conocía, sin detenerme en mi
nervioso paseo.
Y finalmente llegué hasta su
local. Las luces estaban apagadas y la puerta, cubierta de carteles negros y
rojos, bien cerrada. Tras mirar en todas direcciones, acabé respirando con algo
más de tranquilidad: no había nadie en casa. Alcé la vista para encontrarme con
la enorme pancarta que anunciaba su nombre: UPSE, Unión por la Privacidad
Sexual del Estudiante. Vaya nombre para menuda asociación, y maldita la hora en
la que decidí acercarme para hablar con ellos.
Me acerqué, con todas mis
esperanzas puestas en que no me sorprendieran por detrás, y ahuequé la mano al
cristal para intentar descubrir algo que me diera pistas sobre cómo actuar.
Estaba perdida, completamente desorientada en una situación que no podía
controlar. El miedo empezó a subir por mi cuerpo: ¿y si no estaban porque
habían ido a por ella?
El cristal, inundado por la
oscuridad del interior, me devolvió la imagen de una figura a mi espalda que me
hizo dar un brinco y volverme con brusquedad.
- ¿Qué buscas?- dijo el
desconocido. Lo había visto en reuniones de la asociación. Era uno de ellos.- Creo que el resto de UPSE no está.
- Vaya…- disimulé, aterrorizada
por la presencia de aquél chaval, de mirada inquisitiva.- ¿Y sabes dónde podría
encontrarlos?
El chico se rascó la cabeza,
antes de encogerse de hombros.
- Solemos estar de cinco a siete,
aunque ya sabes que tienes el correo para contar cualquier cosa…- hizo algunos
aspavientos nerviosos con las manos.-… ya sabes.
Lo miré intentando disimular mi
repugnancia. Lo que ayer me había parecido una salida a mi culpabilidad ahora
me resultaba asqueroso: un grupo de personas aprovechándose de la privacidad de
otras para imponer su moral sexual. Se aprovechaban de la culpa que ellos
mismos generaban para seguir estigmatizando la libertad de determinadas
personas.
. ¿Y ahora sabes dónde están?- conseguí decir al fin.
- No estoy muy seguro, dijo. Creo
que un grupito ha ido a impartir justicia… ya sab…
No me quedé a escucharle. Tan
rápido como pude recorrí el pasillo atravesando los grupos de gente ruidosa y
humeante, y me dirigí al hall para subir las escaleras de dos en dos. No podía
estar pasando.
No así. A mitad del ascenso escuché un estruendo seguido de un
grito. ¡Era ella! Aceleré el paso, sintiendo el corazón presionar mi pecho y
conseguí llegar hasta el pasillo de su despacho, para encontrarme lo que había
temido durante todo el día.
La puerta del despacho estaba
abierta, y fuera había un chico corpulento con un pasamontañas. Me escabullí de
él y logré entrar. Allí estaban, los miembros de UPSE encima de ella, pintándole
la cara mientras la mantenían atada de pies y manos. Pintaban “PUTA”,
“VIOLADORA” sobre su cara, mientras destrozaban su chaqueta con las manos.
- ¡No!- grité. Ella me miró, con
los ojos cubiertos de lágrimas y la boca amordazada. Uno de los encapuchados se
levantó y me señaló con el dedo.
- Esto es lo que pasa cuando te
vas de la lengua. Lo que se hace en el despacho se queda en el despacho.
Volví a mirar sus ojos llorosos y
una sensación me paralizó. Una sensación de terror, vergüenza y traición.
Desperté sobresaltada para darme
cuenta de que sólo había sido una pesadilla. Miré a mi lado, para ver su cuerpo
desnudo semi-escondido entre las sábanas. Sin plantearme siquiera desayunar, me
vestí y me dirigí hacia la puerta.
Abrí justo antes de escuchar su
voz a mis espaldas.
- ¿Ya te vas?- dijo ella.
- Sí, hoy tengo muchas cosas que
hacer.
- Está bien.- concedió.-
Acuérdate de leer el texto que os mandé ayer para la semana que viene.
Con una sonrisa cerré la puerta y
volví a mi casa. Me temblaban las piernas de terror, vergüenza y traición.
Montag
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El relato está bastante bien, y especialmente al final consigue transmitir bastante angustia, justo antes de despertar. Lo cual sin duda es el objetivo de una historia que tiene tintes claramente oscuros desde el principio al final.
ResponderEliminarComo crítica, no tengo muy claro que se ajuste del todo al tema del que teníamos que escribir. Aunque el "resines" del final (despertar y ver que todo fue un sueño) lo devuelve parcialmente a la historia común que se suponía que escribíamos, sigue siendo un giro final muy resultón pero forzado para una historia que realmente cae fuera del objetivo del ejercicio, al menos en mi opinión.