lunes, 17 de noviembre de 2014
Práctica 2; Mal de la hoja en blanco. Palabras aleatorias
Práctica 2; Mal de la hoja en blanco. Palabras aleatorias
Nunca se me olvidará aquella
imagen: sus dientes mordiendo la fruta, el olor dulzón en el ambiente, el jugo
del melocotón resbalando por las comisuras de sus labios… No me abalancé sobre
ella porque los músculos de mi cuerpo se habían paralizado por completo.
Hubiera atravesado la mesa del comedor común del colegio, hubiera derribado
todos los platos del mantel, roto la vajilla vieja del internado de señoritas
para lamer el fruto prohibido que se deshacía en la boca de mi compañera.
Éramos
jóvenes y teníamos inquietudes. Yo lo tenía todo muy claro, pero a ella le
gustaba jugar. Yo sabía muy bien lo que pasaba cuando metía su mano debajo de
mi falda del uniforme, pero solía fingir que era estoica, que no sentía nada
cuando me besaba, cuando se colaba en mi cama burlando la vigilancia de las
monjas y entraba a medianoche a hurtadillas en mi cuarto. Ahora es tan solo un
recuerdo, pero se convertiría en mi mayor pesadilla todas las noches que pasé
en aquel dichoso internado. A veces me creía morir: de desesperación cuando
pasaban las horas y no me había dirigido ni una mirada rápida desde su pupitre
dos filas por delante; de celos cuando pasaba a mi lado, riéndose con otras chicas,
sin invitarme a seguirla. Otras veces creía que sería de pena cuando no aparecía
en mi cama una noche o cuando se iba un fin de semana a casa de su familia y el
domingo por la tarde con su risa titilante no llegaba nunca.
Se
acabó. Como el ruido inexistente que queda después de un disparo. Como se
extinguen todos los amores: con vacío. Con el que dejó cuando se fue del
colegio. Teníamos dieciséis años y el deseo despuntante era una quemazón en mi
cuerpo que persistía día tras día, noche tras noche. Cuando se fue sentí que
alguien arrancaba algo de mi cuerpo, una parte de mí. Ahora tengo veintiocho y
el recuerdo de la fruta sigue acosándome por las noches. Los melocotones me
turban la mente, no he vuelto a comer uno desde entonces, ni siquiera a tomar
nada que contenga esa dichosa fruta. Hasta ayer.
Había
quedado con unos amigos en un bar cerca del instituto en el que doy clases,
cuando acabé de corregir exámenes me dirigí allí. Era viernes por la noche, y
una caña llevó a la otra. Así hasta que me sentí como uno de mis alumnos
cualquiera, bebiendo sin controlar, sin importarme que al día siguiente tuviera
que seguir corrigiendo trabajos para las evaluaciones del trimestre. Íbamos de
un bar a otro, hasta acabar en una sala de las que cierran tarde. Ya había
perdido la cuenta de lo que llevaba encima, pero no había soltado el vaso ni un
solo momento de los que habíamos pasado hablando de amores truncados. Entonces,
el recuerdo del melocotón fue el primero en asomarse por mi mente. Como si lo
evocase poco en las noches frías. Mis amigos no podían creérselo, pero me
importaba bastante poco. Me acerqué a la barra y mientras pedía alguien se
acercó por mi espalda. <<Dos chupitos de licor de melocotón>>. Levanté
la mirada y me eché a reír. Era lo último que podía pasar aquella noche, que
doce años después volviese a encontrarme a la única mujer que me había quitado
el sueño en toda mi vida. Me fui con ella, sin decir adiós a nadie. Sin saber a
dónde íbamos y sospechando dónde acabaríamos. Intercambiamos algunas frases
mientras andábamos, creo. No me invitó a subir a su piso, no es esa clase de
chica. Simplemente me cogió la mano y me metió en su portal. No me miró en el
ascensor mientras se quitaba la ropa, ni lo hizo mientras abría la puerta de su
casa con el vestido en una mano y las llaves en la otra. Empezó a desnudarme
sin que me diese tiempo a cerrar la puerta, mientras me besaba, mientras me
acariciaba. Comentando cómo había cambiado mi cuerpo desde la última vez que
nos habíamos visto. Cómo ahora podía distinguir las formas que entonces solo se
perfilaban en mi figura. Me habló del paraíso, del infierno, de aves en llamas,
de sueños rotos, de promesas vacuas; me contó el amor, me lo hizo, lo deshizo y
se convirtió en todo lo que puede ser una mujer en un orgasmo.
No hizo falta
que me dijese por qué no podríamos volver a vernos: entiendo la poesía, enseño
literatura. Nuestro amor era como una estrella: bello, fugaz, efímero. Había
muerto hace millones de años antes de que lo hiciéramos. Duraría para siempre
por el hecho de que ya se hubo extinguido: en otra galaxia, en otro tiempo, en
mis sueños.
Black Maiden
Palabras usadas:
MELOCOTÓN, DISPARO, MONJA, ENSEÑAR, RECUERDO.
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Precioso. Me temo que no tengo nada más que decir. Detallado, poético, muy cuidado... me ha conquistado.
ResponderEliminarEsta canción narra lo mismo que tu relato, supongo que la conocerás: https://www.youtube.com/watch?v=2jC5WAJzp34 ¡disfrútala!
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