jueves, 27 de noviembre de 2014

Práctica 3; La importancia de los personajes y sus puntos de vista

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Práctica 3; La importancia de los personajes y sus puntos de vista

Nyrox;

Nyrox miró a su alrededor con expresión distraída. La sala, pese a estar situada en un edificio ruinoso que habían conseguido mantener en pie gracias al duro trabajo de los colonos, estaba decorada con el exquisito gusto que caracterizaba a los nargas. En un lado había unos sofás color carmesí con incrustaciones en piedra y plumas de color turquesa, azul metálico y verde esmeralda. Junto a este habían colocado una mesita con una lámpara que irradiaba una luz pálida y brillante que hacía resplandecer las gemas. Hizo una mueca y estrechó los párpados. La luz le cegaba, era demasiado intensa para sus ojos de depredador nocturno.

En una de las paredes había un grandioso tapiz que representaba una escena festiva donde varios nargas, ataviados con sus típicos ropajes vaporosos, disfrutaban de una grandiosa merendola bajo el abrazo de unos frondosos árboles. Nyrox no había estado nunca en Erchelon, el planeta natal de los nargas, pero había oído historias sobre él y no le costó imaginar que tenía que ser una representación de algún tipo de festividad típica de allí. Junto a la otra pared había un enorme escritorio que apenas le permitía ver la plumosa cresta de la narga que, en esos momentos, tecleaba furiosamente algo en su ordenador. Como todo en aquel lugar, el escritorio estaba construido en vivos colores y tenía varias franjas de luces que destacaba entre las incrustaciones de gemas. Justo detrás de este, una amplia vitrina tenía expuestas antiguas reliquias. Tenía gracia, pensó con una mueca, eran poco más que vasijas terrosas, feas piezas de vajillas, algunos dispositivos electrónicos que hacía demasiado que habían dejado de funcionar, y sin embargo se cotizaban más que la gema más extraordinaria.

Nyrox se acercó a la vitrina y cotilleó un extraño artilugio que parecía ser algún tipo de comunicador muy antiguo o quizás algún dispositivo de transporte de datos. Realmente no era más que una fina pantalla negra y una carcasa deteriorada por el paso del tiempo. Los habitantes de aquel planeta muerto habían sido tecnológicamente lo suficiente avanzados como para disponer de aparatos como aquel, pero no lo suficiente como para escapar y sobrevivir. Ahora eran ellos los que habían quedado atrapados allí, tras el colapso del portal de salto durante la traición de la flota tharunay. Se permitió sonreír. Su desgracia era su éxito. Nyrox se había hecho un nombre como ladrón de reliquias antiguas y, cuando restaurasen el portal, regresaría a Indara, su planeta, siendo un hombre rico.

“Por favor, no toques los cristales. Están limpios.” dijo la mujer narga con su habitual y monótona voz.

Con un gesto de aboluta indiferencia, Nyrox se apartó de las vitrinas y paseó nuevamente por la sala. No se preguntó por qué Thranaxath, el ministro jefe del ministerio de estudios arqueológicos, le había convocado. Sólo había una razón por la cual un hombre de su talla se dignaría a hablar con un tharunay como él. Lo que le embargó fue la emoción que precedía siempre a recibir las instrucciones de un contrato, el hecho de no saber qué sería lo que tendría que robar y donde. Nyrox era un traficante de reliquias, el mejor de todos los que habían quedado atrapados en aquella miserable piedra perdida en un remoto y extinto sistema solar. Lo que le gustaría saber era qué podría querer Thranaxath. No sería algo común, sería algo muy especial. Lo intuía y, esa certeza, hizo que se le erizase el pálido pelaje que cubría su espalda.

“Sí, señor ministro.” la voz de la secretaria resonó en el silencio y le llamó la atención. “Puede pasar.”

Nyrox hizo un seco asentimiento y entró por unas grandes puertas al interior de la sala contigua. Tan profusamente decorada como la anterior, Nyrox se fijó en el narga que había sentado sobre una cómoda silla al otro lado del escritorio. Era un hombre regio que destilaba autoridad por cada una de sus iridiscentes plumas azules y rojas. Sus pequeños cuernecitos estaban decorados con unas cadenas de plata con piedras engarzadas, así como sus muñecas, sus dedos y su cuello. Las vaporosas prendas dejaban a la vista los vivos colores del plumaje de su pecho.

“Nyrox.” el narga hizo un seco asentimiento. “No nos andemos con rodeos. No es mi estilo y tampoco el tuyo.” se inclinó sobre la mesa y le miró fijamente con aquellos ojos verdes cuya pupila era una simple y fina linea. “Tengo muy buenas referencias sobre tu trabajo. Algunos colegas no están satisfechos con el hecho de que les hayas robado en sus propias casas, pero admiran tu maestría.”

“Se hace lo que se puede, señor ministro.” Nyrox esbozó una sonrisa sibilina dejando a la vista sus colmillos.

“Desde luego. Pero esta vez no se trata de un robo, al menos no directamente.” el narga se levantó y caminó por el despacho, sacudiendo su plumosa cola de lado a lado. “Un equipo de arqueólogos bajo mi mando va a hacer una expedición a las montañas. Quieren investigar más a fondo sobre la civilización que habitaba este planeta y encontrar la baliza de donde salió la señal que recibimos hace varios meses. Las especiales circunstancias tras la traición de la flota tharunay han pospuesto esta expedición pero, seré franco, la situación empieza a ser desesperada. Nuestras provisiones se agotan y esa baliza es lo único que podría sacarnos de aquí.” se detuvo frente a una ventana que daba a la ciudad, poco menos que un erial desértico donde la ley había colapsado, sustituida por la supervivencia del más fuerte.

“No soy un arqueólogo.”

“Estoy al tanto.” le miró con una expresión extraña, los nargas no tenían sentimientos y eso hacía que relacionarse con ellos fuese inquietante. “Una piloto tharunay escapó cuando se capturó y ejecutó a la flota rebelde. Busca la baliza. Necesito que tú la consigas antes que ella y que me la traigas. A nuestro regreso a Erchelon te pagaré generosamente por tus servicios.”

Nyrox sonrió y la excitación de la incertidumbre fue sustituida por la expectativa del premio.

“Eso puedo hacerlo.”



















Xanieth;

“¡El sitio es absolutamente fascinante!” dijo Xanieth, observando maravillada la inmensa caverna en la cual se habían metido. “Vosotros, quiero que hagáis una catalogación de todo lo que se encuentre en esta sala. Los demás, seguidme, quiero mapear todo el complejo.” dijo con voz autoritaria.

Un pequeño grupo de nargas asintieron y se pusieron manos a la obra. Xanieth guió al resto del grupo a través de la enorme entrada. Los esclavos tharunay cargaban con el pesado material mientras que los científicos se afanaban en investigar el lugar. Habían seguido el pulso de la baliza pero un desprendimiento de rocas dificultó que encontrasen el acceso. Tuvieron que escurrirse con todo el equipo a través de un entramado de estrechas cuevas y galerías. Afortunadamente habían llevado consigo un grupo de espeleólogos que habían pasado los últimos meses estudiando la orografía del planeta. Cuando llegaron frente a dos sólidas puertas de hierro retorcido y oxidado, que parecían haber sido destruídas por una detonación, Xanieth supo que habían encontrado el lugar..

Lo que vieron al otro lado los había dejado sin habla. Xanieth esperaba descubrir algún complejo militar o algo por el estilo, sin embargo, fue mucho más. Era una ciudad, una auténtica ciudad subterránea, una caverna inmensa de altísimos techos en cuyas paredes, cuidadosamente labradas, había una infinidad de puertas y ventanas de cristal que daban acceso a viviendas, tiendas, escuelas y hasta hospitales. La mayoría de los cristales yacían rotos en el suelo, sobre los cuerpos maravillosamente preservados de los antiguos habitantes. Xanieth se agachó junto a uno de los cuerpos y lo examinó. Este se encontraba retorcido, con las manos aferradas a un pecho cubierto con sangre reseca y el rostro congelado en una expresión de dolor y miedo.

“Son unos seres fascinantes. No tienen pelo, ni plumas, salvo en la cabeza, y parece que cuidaban su apariencia. Mirad, en este aún quedan pigmentos de pintura en su piel.” hizo un gesto con la mano por encima del cuerpo, pero no lo tocó, no quería estropearlo. “Pensad en todo lo que nos puede contar esta gente sobre nuestro propio origen y existencia. Una civilización extinta es una oportunidad única para investigar sobre nuestro destino como especie.” explicó a su equipo.

Los nargas no eran idiotas. Eran conscientes de que toda civilización y especie nace, se desarrolla y termina desapareciendo. Lo asumían como algo natural e inherente a su existencia y no luchaban por evitar el justo colapso de su propia civilización. Buscar la inmortalidad como especie era una fantasía absurda sólo apta para seres inferiores, como los inocentes tharunay.

“No resulta un futuro muy halagüeño.” dijo Nyrox encogiéndose de hombros.

“Para las especies emocionales, quizás no.” Xanieth se levantó y siguió avanzando. “Para nosotros es el lógico curso de la existencia. ¿Qué ocurriría si desapareciésemos los narga, o los tharunay?” le preguntó.

“Se perderían muchas cosas.” dijo Nyrox.

“No se perdería nada. Al univerno no le importa tu existencia. El paso circunstancial de civilizaciones por el mismo sólo afecta a las civilizaciones en sí. Una vez extintas, su relevancia desaparece y el universo sigue su curso. Estés o no aquí, esa pequeña enana blanca seguirá siendo una enana blanca, y esta roca muerta seguirá siendo una roca muerta. El espacio tiempo sigue su curso.” dijo.

“¡Directora! ¡Directora!” un narga se acercó corriendo hacia ella. En sus manos llevaba un aparato, una espece de contador geiger. “La señal de la baliza es más fuerte aquí pero he detectado el lugar exacto de donde proviene. Es por aquel pasillo.”

“¡Vayamos a investigar!” exclamó Nyrox.

“Gracias. Lleva un equipo a ese lugar, que los esclavos empiecen a colocar el material lo más cerca posible de la fuente. Mucho cuidado, podríamos encontrarnos con material muy delicado.” Xanieth le hizo un gesto de deferencia al joven. “Todo a su tiempo, Nyrox. Primero tenemos que mapear el complejo y clasificarlo todo. Luego iremos adentrándonos en los pasillos.”

El tharunay arrugó el labio y dejó a la vista sus colmillos, emitiendo una especie de extraño siseo. Xanieth lo reconoció como una muestra de hastío en los tharunay, pero ella se limitó a ignorarlo. Las cosas se tenían que hacer siguiendo un orden lógico, no dejándose llevar por los impulsos emocionales que podían inducir a error. De un bolsillo sacó un transportador de datos y lo encendió, activando la cámara. Hizo un barrido lento y pausado del entorno, grabando todo lo que se encontraba y deteniéndose cada poco para hacer alguna anotación.

“Bitácora nº 23. Hemos conseguido entrar al complejo. Esperábamos encontrarnos con una base militar pero esto es mucho más interesante. A falta de más datos y por las primeras pruebas que hemos podido encontrar, es posible que ante el colapso de la estrella la civilización hubiese optado por construir un refugio subterráneo para aprovechar la energía geotérmica del planeta. Los científicos del ministerio de geología afirman que el planeta lleva miles de años extinto, así que esta caverna ha preservado en excelente estado de conservación lo poco que aún queda de la civilización.” apuntó a los cuerpos. “Las muertes han sido violentas. No es descabellada la hipótesis  de que, quienes se quedaron fuera del refugio, intentasen entrar por la fuerza. Aún queda mucho por...”

“¡MALDITA SEA!” gritó Nyrox a sus espaldas.

“Señor, esa actitud cuando se está efectuando una investigación de...” dijo Xanieth volviéndose hacia el tharunay.

Justo en ese momento vio como Nyrox salía corriendo detrás de una esclava tharunay. La mujer llevaba algo en las manos. Algo que parecía brillar levemente. La baliza.


















Kalyan;

El narga guió al equipo de esclavos en dirección a una torre que se erguía en la parte trasera de la sala. El científico mantenía la mirada fija en su dispositivo electrónico, el cual no dejaba de emitir chirridos. Era exáctamente el mismo sonido que detectó el ejército, una señal de socorro. Por el final que había tenido la civilización, a Kalyan no le costó imaginarse que debían haber estado muy desesperados para hacer una llamada a ciegas sin saber si sería hostil o amistoso lo que fuese que acudiese en su ayuda. Aparentemente, nadie llegó a tiempo de salvarlos.

“Dejad aquí el equipo. Con cuidado, es material muy delicado.”

Kalyan bajó el enorme arcón que cargaba junto a otros tres tharunay y estiró los hombros a la vez que miraba a su alrededor. Era una torre estrecha, llena de dispositivos electrónicos, cables y otros artilugios que le parecieron muy antiguos, como una tecnología primitiva. Una escalera de piedra se perdía en las alturas, seguramente hacia una antena parabólica. No se permitió mucho tiempo para distraerse, sus ojos volaron discretamente hacia el aparato electrónico que el narga llevaba en las manos. La señal era más aguda cuando señalaba a un punto que había al otro lado de una puerta entreabierta, a través de la cual se apreciaba un leve resplandor azulado. Los cables que llevaban a la antena iban hacia allí. La fuente de la energía. La baliza.

En cuanto el narga dejó de prestar atención a su aparato y comenzó a estudiar el equipo para asegurarse de que se encontraba en buen estado, Kalyan aprovechó para escurrirse por detrás del resto de esclavos, demasiado cansados y anulados por meses de maltratos como para interesarse por nada. Tras la supuesta traición de los suyos, los nargas habían arremetido contra los tharunay y los que no habían muerto habían sido esclavizados. Ella no se lo creía. Pilotaba una de las naves, un acorazado clase Supernova, cuando la flota atacó y destruyó el portal. Por unos minutos había perido el control de su nave, la Gamma Ray, aunque consiguió recuperarla a fuerza de voluntad para, posteriormente, aterrizarla y salvar a su tripulación. Luego tuvieron que ocultarse. Algo había pasado aquel día y estaba dispuesta a averiguarlo.

Era su oportunidad, no tendría otra mejor. Silenciosamente, se escurrió en el interior de la sala. Nadie se dio cuenta, un esclavo era invisible. El resplandor azulado era más intenso allí y Kalyan tuvo que estrechar los ojos para protegerlos. Allí estaba, pulsando suavemente, la baliza que le permitiría regresar a casa y descubrir por qué algo había hackeado los controles de la flota tharunay para que pareciese como si se hubiesen vuelto contra ellos. No perdió el tiempo, no podía. De un rápido movimiento cogió la baliza, una especie de cápsula del tamaño de una cacerola, y corrió. Pesaba poco, menos de lo que esperaba, cosa que agradeció.

“¡MALDITA SEA!” escuchó un grito en notable acento tharunay. Nyrox, el ladrón.

Kalyan atravesó rápidamente el complejo y se escurrió a través de los túneles. A sus espaldas podía escuchar los pasos apresurados de Nyrox que iban detrás de ella, así que volcó una piedra suelta para ganar algo de tiempo. Debió funcionar, ya que oyó una maldición y una caída y el golpeteo de los pasos desapareció por un momento. Eso le dio el tiempo necesario para poder salir de la sinuosa caverna. Poco antes de salir al exterior se cubrió con la capucha para protegerse del gélido frío que dominaba aquel planeta, iluminado por una tenue y lejana enana blanca.

En cuanto se encaramó sobre una de las naves del equipo, una fragata de clase Cometa, cerró tras ella. No dejó que los furiosos gritos en la carrocería, ni los furiosos gritos, la intimidasen. Jadeando, fue hasta el soporte de posicionamiento GPS e hizo un apaño para poder conectar las dos tecnologías. Rezó a sus dioses por que aquello funcionase, era su única oportunidad. Si el ejército desplegaba una flota, la pequeña Cometa no podría hacer nada. La baliza comenzó a brillar con más fuerza.

Kalyan corrió a la cabina de pilotaje y se abalanzó sobre el asiento. Apenas hubo colocado sus manos sobre los controles, el interfaz arrastró su mente hacia ella de tal forma que dejó de sentir como tharunay y se fundió con el aparato. Percibía los golpes en su casco, la fuerza que se acumulaba en sus motores y el pálpito rítmico de la baliza. La nave despertó de golpe, un fuego azul emergió de sus reactores y, con una sacudida, se levantó y empezó a moverse. Al principio lentamente, demasiado lentamente, pero pronto empezó a ganar fuerza y altitud. Kalyan dirigió a la Cometa, de nombre Fénix, hacia el espacio exterior a una velocidad vertigionsa. La inclinación para salir de la atmórfera era la adecuada, aún así sintió como un breve tirón, como una leve resistencia, antes de romper definitivamente con ella para flotar a través del espacia ingrávido.

Justo en cuanto dejó atrás la influencia gravitatoria del planeta, Kalyan buscó un enlace cuántico para saltar. Estaba sola, pero la estación espacial no se encontraba lejos y el ejército no tardaría en recibir el aviso para movilizarse. Buscó, necesitaba uno que estuviese lo suficientemente cerca para lo que iba a  hacer. La radio de la cometa comenzó a percibir estática, le habían cortado las comunicaciones. Iban a por ella. De repente, a través de la nave fue capaz de ver como, desde la lejana estación espacial, salía al espacio una pequeña flota de fragatas, entre ellas una clase Quassar, la nave de guerra electrónica. Si la alcanzaba, podría impedir que activase la baliza.

“¡Vamos!” le urgió a la Cometa.

La Quassar estaba cada vez más cerca y un grupo de Cometas se aproximaba a toda velocidad. Vio cómo sus cañones se giraban rápidamente para apuntarla. Aún estaban fuera de alcance pero no por mucho.

“¡VAMOS!”

De repente, lo detectó, un enlace cuántico perfecto a no demasiados AUs. Kalyan activó el motor de salto. Las Cometas comenzaron a disparar y sintió un primer y un segundo impacto contra el escudo de la nave. Si seguían disparando con esa frecuencia la nave se desintegraría. De repente, todo se diluyó en un parpadeo y, cuando la realidad la golpeó de nuevo se encontró junto a un grandioso planeta gaseoso rojo. Estaba sola. Perfecto, pensó, y activó la baliza. Momentos después, una grandiosa flota apareció, una flota compuesta de naves oscuras que nadie sabía que existían. Eran un secreto del ejército tharunay, naves que no necesitaban portales para saltar grandes distancias.

“Bienvenida, piloto Lazair.” dijo el piloto de una de las naves, un crucero clase Fusión, al entrar en contacto con su sistema de comunicación.


“Comandante Yazria...” Kalyan suspiró aliviada. Lo había conseguido.

DNH

4 comentarios :

  1. He de reconocer que este relato me produce sensaciones encontradas. Por un lado, adoro la ciencia-ficción, lo cual hace que rápidamente me llegue a la patata. Además, es sin duda un esfuerzo titánico construir una historia con tantos elementos (planetas deshabitados, razas alienígenas vivas y extintas, flotas de combate...) en tan pocas palabras, desde luego es una historia muy ambiciosa.

    Sin embargo, también soy un snob de la cifi y, en este caso, tengo una crítica principal que se desglosa en dos manifestaciones diferentes y relacionadas: hay una falta importante de coherencia.

    Primero, hay fallos importantes en la coherencia formal. Mencionar, por ejemplo, una "merendola" justo después de definir algo como "grandioso" queda, como mínimo, raro. Relacionado con esto también hay una incoherencia de algunos términos: las AUs, por ejemplo, se basan en la distancia de la Tierra al Sol, algo que no tendría sentido para otra raza; y un sistema GPS se basa en el posicionamiento de ciertos satélites en órbita a los cuales no hay ninguna mención, por no mencionar que probablemente fuese una tecnología atrasada para una raza tan avanzada. En este sentido, los grandes de la cifi suelen jugar con la ambigüedad: decir un sistema de posicionamiento o geolocalización, por ejemplo, pero no mencionar cual en concreto... al fin y al cabo, es tecnología del futuro y alienígena, ¿no?

    Luego hay una falta de coherencia a nivel argumental. Contratan a un ladrón reconocido de una raza esclava para robar un objeto... ¿y no es el primero en llegar allí? ¿Dejan a una raza esclavizada, y más a una piloto, tanta libertad que le basta con correr para llegar sana y salva a una nave espacial con la que huir sin más? ¿La esclava quiere descubrir qué pasó con su flota y, sin embargo, reconoce inmediatamente a una flota que se supone que no existe, con tecnología supuestamente desconocida e incluso sabe quien es el capitán sin que en ningún momento digas que las comunicaciones tienen imagen?

    En general, son problemas muy frecuentes a la hora de escribir ciencia-ficción, cuando hay mucho que explicar pero no se quiere aburrir al lector con todo ello. Consigues explicar muchas cosas, como la diferencia entre nargas y tharunay, pero quizás quieres meter demasiado en tan pocas palabras.

    Sobre el ejercicio, teniendo en cuenta que lo importante eran las personalidades, creo que la personalidad del tercer personaje queda demasiado vaga. Hay demasiada acción, demasiadas cosas pasando y, al final, apenas sabemos nada de ella.

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    1. Muy buenos puntos, Cos. Gracias. :)

      Los puntos argumentales desde luego hay parted donde les falta coherencia. Lo que tenía en mente era un enfrentamiento entre la piloto y el ladrón para arrebatarle la baliza pero no conseguí cuadrarlo en tan pocas palabras y luego la huída. Respecto a la flota "que no existe", son muchas cosas que contar. En realidad esto no era más que un experimento para tantear algo que tengo en mente desde hace dos años, pero al no haber escrito nunca SciFi, no me termino de lanzar.

      Agradezco mucho tus críticas porque me resultarán tremendamente útiles cuando, y si, me atrevo con la ciencia ficción. :)

      Un saludo.

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    2. Deberías atreverte, de eso no hay duda, y más sin los límites de palabras que te dan espacio para explorar y explicar con calma. Aunque con cuidado de no caer en el info-dumping, aunque no creo que eso vaya a ser problema visto tu estilo. :)

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